martes, 13 de julio de 2010

Julio




Es miércoles 7 de julio. Como lo había previsto, España fue capaz de esconderle la pelota a Alemania, y logro ganarle con un estrecho 1-0 al hasta ahora impresionante equipo Alemán. Se repitió la historia de la Eurocopa del 2008. El equipo de Del Bosque fue paciente y fiel a su filosofía de Tiki-taka, logrando desesperar a los teutones a fuerza de toques y buen trato del balón. Mi teoría probo ser cierta: Ante la carencia de la posesión del balón, toda la fuerza y rapidez de la maquina alemana se redujo a nada. En realidad esa no es mi teoría, esta idea es original de san Johan Cruyff. En el segundo tiempo, los alemanes bien pudieron jugar desde las gradas: eran meros espectadores. Sin embargo, como también lo había previsto, España mostro sus usuales problemas a la hora de definir. Hubo de ser un defensa, y no casualmente del Barsa, el que diera el cabezazo que metió al equipo hispánico en la final. Damos gracias a la roja por tomar venganza por la eliminación de Argentina y dar cuenta de la fría maquina germana. Yo tenia la esperanza que el equipo Argentino a fuerza de buen toque y de calidad individual (que la tiene y mucha) fuera capaz de realizar esta misión, pero por alguna razón todo salio mal ese fatídico sábado. No es que no hayan merecido perder: las fallas de la defensa eran obvias, el mediocampo no estaba muy bien (Zanetti, Riquelme, ¿porque no estaban?), el equipo carecía de buen orden táctico, y en general, los alemanes fueron superiores, pero un 4-0 se nos antoja un resultado demasiado severo. Una verdadero balde de agua fría, una debacle dolorosa. Me imagino que los argentinofobos, esa deleznable especie que abunda por aquí, y que casualmente son los mismos que se disfrazan de amarillo cada cuatro años, debieron estar de fiesta. Pero bien, esas son las cosas del juego, unos ganan, y otros pierden. Al final, todo se reduce a lo que dijo en su canción la banda británica Queen: ‘Another one bites the dust’.

Y si, como todos los habitantes de este país, también practico esa costumbre única de estas tierras y considerada insólita e incomprensible en otras naciones: ante la carencia de una selección nacional que clasifique a las copas mundiales, todos apoyamos a las selecciones de otros países. Cada cuatro años, a unas gentes que generalmente no ven nada de futbol, les entra una fiebre inexplicable, y comienzan a comprar camisetas de todos colores y selecciones, y ponen banderitas de tierras lejanas en sus autos. Algunos combinan banderitas de dos países, logrando unas combinaciones bastante curiosas: La semana pasada vi un auto con la bandera de Argentina y nada menos que ¡La de Alemania, su mortal némesis! Como Condorito, exijo una explicación. Cosas de un país sin cultura futbolística. Sin embargo, muy a pesar de mi preferencia por la selección argentina, nunca llego al extremo de usar una camiseta con los colores de otra nación, ni mucho menos pintarme la cara o juntarme a celebrar en la calle los triunfos de selecciones foráneas. Y en este aspecto, la actitud de los numerosísimos seguidores de Brasil en estos lares me resulta realmente chocante por lo servil, por lo embarazoso que resulta ver a estas gentes que ni siquiera saben nada de futbol entrar en una especie de arrebato verde-amarillo cada cuatro años. ¿Porque cuando nuestra modesta selección nacional, en un loable esfuerzo le gana a Uruguay o a Chile, no salen a celebrar de la misma manera? ¿Por qué esa pasión desbordada por la selección de otro país? ¿Es que no vieron el video de los futbolistas brasileros burlándose cruelmente de nuestra selección? ¿Es que no recuerdan lo que dijo Ronaldo?: “Venezuelanos no jogan futebol, venezuelanos no ten que celebrar na”. Si me tocara escoger quienes me resultan más repugnantes, me la pondrían difícil entre los disfrazados de brasileros, los Chavestias rojo-rojitos, o los ahora abundantes blanco-blanquitos que le degüellan gallinas a Chango. De solo pensar en estos tres deleznables grupejos me entran nauseas. Solo se que si este país fuera Alemania, y estuviéramos en 1942 y yo fuera Heinrich Himmler, yo… este… mmm… ¿de que hablábamos? Ah, de futbol, si.

El primer recuerdo que tengo del futbol es en el año 78: Argentina jugaba la final contra holanda. El Marcador iba uno a uno, y faltando unos segundos para terminar el juego, un holandés remata de cabeza, y el balón pega contra el travesaño. Mi hermano y sus amigos suspiraban de alivio, y yo con ellos. En el tiempo extra, el matador Kempes y Bertoni marcaron a favor de los locales. Todos gritábamos los goles. Argentina ganaba el mundial en su casa y miles de papelillos y serpentinas caían desde las gradas. La esperaza y la gloria. Mi hermano mayor, Tony, y sus amigos celebraban, y yo con ellos. En ese momento de alegría infantil supe que siempre iba a tener simpatías por la selección argentina. En el 82, el mundial de España, se hablaba de un nuevo fenómeno argentino que se esperaba que fuera la figura del mundial: Diego Armando Maradona. Fiel a mi adoptado equipo argentino, seguí de cerca el accionar de la albiceleste y de Maradona. Sin embargo, este mundial no fue el más propicio para la albiceleste ni para el Diego: Argentina fue eliminada 3-1 por Brasil y el pelusa fue expulsado del juego por una falta. Ese mismo año, comencé a ver el futbol español, ya que el Diego había sido comprado por el Barcelona FC. A partir de ese momento, supe que mi equipo de la liga española era el Barsa. Pude ver en vivo en juego en que el vasco Goitkoetxea le rompió la pierna al 10 con una de esas salvajes patadas que afortunadamente, ya no se ven en el futbol. Y tres meses después, el milagro: el Diego jugaba como si nada, y marcaba goles. Luego vino el traspaso al Nápoles, y entonces comencé entonces a ver todos los domingos los juegos de la liga italiana. Y llego la copa mundial de México, en el año 86. Yo ya sabia de lo que era capaz el Diego, y pensaba que este si iba ser ´el´ año. Y lo fue, ¡Y cómo!, Se gano la copa mundial, con dos de los mejores goles de todos los tiempos y mano de Dios incluida. Recuerdo como con gran felicidad celebraba y me burlaba de los compañeros de estudios que iban por Brasil o por Alemania. Luego de ganar el mundial, el mundo se rindió ante el barrilete cósmico. Los años 86-90 fueron de vértigo: Además de la copa mundial, dos scudettos y la copa para el Nápoles. La gloria para la dupla Maradona-Careca. Si mal no recuerdo, fue la Sampdoria la que un domingo sufrió cuatro goles del pelusa, incluyendo su famoso gol olímpico al cobrar un corner. La copa del año 90 tuvo sus altibajos, pero la albiceleste logro llegar a la final, solo para ser batida por Alemania, que así se vengaba de la derrota del 86. De la copa del 94, no quiero ni acordarme: baste con nombrar la expulsión de Diego del mundial por consumo de sustancias prohibidas. De aquí en adelante la caída del pelusa fue vertiginosa: drogas, escándalos, problemas legales, el diego disparándole a los periodistas fuera de su casa. El resto de los mundiales ha sido una retahíla de frustraciones y calamidades. Pero por alguna razón yo estaba convencido que este si iba a ser ‘el’ año. Esta vez se tenía un arma no tan secreta: Messi. Si Messi jugaba como el bárbaro que ha sido con el Barsa en los últimos dos años, iba a ser muy difícil batir a la albiceleste. Así como había visto las barbaridades que hizo el Diego con el Nápoles, he visto todos los fines de semana las hazañas de Messi con el Barsa y había concluido que el nuevo Messi-as había arribado.

Es viernes 2 de julio. Mañana es la gran batalla contra Alemania. Toque. Esa es la clave. Si se toca y toca, y se les quita el balón a los germanos, su velocidad no servirá de mucho. Solo Argentina, Brasil o España pueden hacer eso. Un comentarista de ESPN comenta que Alemania podría poner al desnudo a las carencias defensivas argentinas. Soy consciente de eso, pero prefiero pensar que eso no pasara. Mañana el equipo va a tocar y tocar, y el súper Messi por fin va a mostrar a los neófitos todo el poder y el esplendor de su extraordinaria habilidad futbolística. Se ganara este juego crucial, luego el equipo y Messi crecerán. España y Holanda serán un mero trámite. Se ganara el mundial, el 10 confirmara su leyenda, otra nueva leyenda surgirá con Messi, y todos seremos felices. La gloria y el éxtasis. Pondré la canción de Calamaro una y otra vez.: ‘Maradona, no es un persona cualquiera, es un hombre pegado a una pelota de cuero…’ El partido crucial es el de mañana. Recuerdo con nostalgia a Lázaro Candal, que presumo se ha retirado de la TV: ‘¡Mañana, ay mañanaaaaa, cuidadiiiiiituuu!’ Son las diez de la noche. Los viernes y sábados luego de las 10 pm, es mi hora de ver películas. Lamentablemente el reproductor de DVD se descompuso y ahora todas las películas se ven con unas molestas franjas azules y rojas. Parece una transmisión de Barsa TV, o más bien, parezco estar viendo los filmes desde una celda. Debido al desperfecto del DVD, decido escoger dos películas cuyo guion y diálogos sean mucho mas importantes que la parte visual. El fondo debe prevalecer de manera suprema sobre la forma, de tal manera de que las fulanas rayas rojiazules no me molesten tanto. Por ejemplo, en estas condiciones seria intolerable ver una película visualmente suntuosa como ‘Hero’ de Zhang Jimou. Finalmente me decido por la versión de Ricardo III protagonizada por Lawrence Olivier y John Giegould y por el drama alemán ‘Die Wellen’ (La ola). Hay una escena en el drama Shakesperiano que trascurre en la víspera de la batalla de Bosworth, en la cual unos espectros del pasado se le aparecen en los sueños a Ricardo, muy en particular el fantasma de su hermano, el duque de Clarence, victima de su endemoniado empeño en lograr la corona inglesa. En esa escena, Clarence le habla a Ricardo: ‘Mañana en la batalla, piensa en mí, caiga tu espada sin filo, ¡desespera y muere!’. La famosa frase se me queda en la cabeza: Mañana en la batalla, piensa en mí. Esa frase, por alguna razón, se me antoja como un ominoso augurio. Pienso en que el durmiente Ricardo es Diego, y el espectro que se le aparece es el de Karl Heinz Rummenige, que no pudo ganar una copa mundial del 86, víctima de la endemoniada zurda del 10. En la escena culminante del drama, cuando la batalla esta perdida para Ricardo, este se cae de su caballo, y luego se queda desesperado, solo, desnudo ante el patetismo de su debacle. En ese momento exclama desesperado: ‘Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo’. Acto seguido es rodeado por las tropas enemigas y muerto. Mañana en la batalla, piensa en mí. Mañana en la batalla, piensa en mí. Puta película, escogí mal esta noche. Son las 2:30 am. Para salir de las dudas, tomo la enciclopedia de las grandes batallas de las historia y consulto sobre Bosworth. Veo que la derrota se debió principalmente a la traicion de Sir William y Sir Thomas Stanley que con sus tropas decidieron el curso de la batalla a favor de Enrique Tudor. Leo que Ricardo ‘Se negó a correr, y murió luchando como un valiente contra sus enemigos’. Si hay que morir, esa es la manera correcta hacerlo: con las botas puestas. Pero basta ya de cavilaciones, a dormir. Mañana tengo que despertarme temprano, ya que pienso ver el juego en casa de Tony.

Sábado 3 de julio, día de gloria o de debacle. El despertador suena, lo apago inmediatamente, y vuelvo a dormir. Cuando reacciono, solo faltan 10 minutos para que comience el partido. Tendré que ver el juego en mi cuarto, y en la tarde iré a ver el España-Paraguay en casa de Tony. En la TV, veo a los jugadores de la albiceleste en el pasillo del estadio, esperando salir. El Diego arenga al equipo: confianza muchachos, confianza. Comienza el juego. Los alemanes comienzan presionando fuerte, y controlan el juego. A los 9 minutos llega el primer gol teutón. Mañana en la batalla, piensa en mí. Un escalofrió me recorre el espinazo. Calma, calma. Una diferencia de un gol es recuperable. Hay que tocar, hay que tocar, hay que quitarles el balón. Hay que calmar el partido y cambiarle el ritmo vertiginoso que ellos quieren imponer. Los germanos presionan fuerte en el medio campo. Las ganan todas en esa zona. Sus contraataques son fulgurantes. El equipo argentino hace corto-circuito: el medio campo no funciona, los atacantes están aislados, Messi y el Pipa flotan desconectados del resto del equipo. La defensa hace aguas. Los pupilos de Low controlan el juego a sus anchas. La superioridad teutona es evidente: Deutchsland, Deutschland, uber alles, uber alles in der welt. Llega el segundo gol alemán. Oh Dios, no otra vez, no otra vez. Oh señor, aparta de mí este amargo cáliz germano. Un sentimiento fatalista me invade. Santo Diego que estas en los cielos, no permitas que esto pase. El tercer gol alemán cae como un puto balde de agua fría. Caiga tu espada sin filo, ¡desespera y muere! Coño de la madre, coño de la madre, otra vez, otra vez, otra vez. Maldita sea. No puedo contemplar más este deprimente espectáculo, y apago el televisor. Todos conocemos la terrible, inexorable lógica de las goleadas: el equipo que esta siendo vapuleado, se pone nervioso, y comienzan a cometer errores: malas entregas, pases al vacío, faltas peligrosas e innecesarias. El equipo que vapulea, en un arrebato de sadismo, va por más, y aprovecha los errores del rival. Llegan uno o más goles. El equipo vapuleado ahora se quiebra internamente: pierden el espíritu de lucha. Comienzan a dar balonazos, esperando que la pesadilla simplemente termine. Algún defensa desesperado, comete una falta grave y es expulsado, agravando la indefensión y la debacle del equipo perdedor. No quiero presenciar ese descenso a los infiernos, y me acuesto a dormir. Mientras trato de conciliar el sueño, escucho que cantan un gol: me imagino que el cuarto de los alemanes. Que cagada. En la cama, me llevo las manos a la cabeza, y emulando al coronel Kurtz murmuro: El horror, el horror…

Me despierto, veo el reloj. Son las 2:10 de la tarde. ¿Qué día es hoy? Es sábado. Entonces recuerdo el amargo juego de la mañana: ¡Coño, perdimos, y como! No fue una pesadilla. Odín le gano de nuevo al D10s argentino. Prendo el televisor para ver el juego España-Paraguay. El equipo paraguayo es un equipo rocoso, duro, un verdadero catenaccio latinoamericano. Pero es un catenaccio cuya capacidad ofensiva es casi nula. Sin Cabañas este equipo no tiene esperanzas de ganar. No les meten gol, pero tampoco pueden anotar. Como dice el dicho popular: Ni lavan, ni prestan la batea. Al darle el control total al equipo hispánico, el gol español llegara de manera inexorable. En el medio tiempo, que previsiblemente termina cero a cero, me entero del marcador final del juego de la mañana. Cuatro a cero. Alemanes. Siempre han sido despiadados. Pregúntenle a los polacos, que algo saben de eso. O pregúntenles a los habitantes de Rotterdam, para que les cuenten como en 10 minutos los Stukas y sus terribles sirenas del averno acabaron con lo que había sido construido en mil años. Eficiencia alemana, la llaman. La puta que los parió. Se me hace que esta es la peor derrota de los latinos en manos de los teutones desde que Arminio y sus huestes salvajes aniquilaron a las tres legiones de Quintilio Varo en los umbríos bosques de teutoburgo, y para mayor escarnio de Roma, luego erigieron unos altares a Wotan, el dios de la guerra, decorados con los cráneos y los huesos de los legionarios. Siempre he admirado y respetado a la nación alemana. Pero en la agria hora de la derrota, los espíritus oscuros se vuelven mas negros, por lo cual en este momento de hecatombe mundialista, me cago en Sigfrido, en Beowulf, en Odín, en Thor, en Bach, en Beethoven, en Lutero, en Gutenberg, en Durero, en Goethe, en Schiller, en Holderlin, en los caballeros teutones, en Federico de Prusia, en el mariscal Blucher, en Bismark, en el Barón Rojo, en Rommel y en toda la Wehrmacht. Se acabo este mundial, ahora que gane Holanda o España o quien le dé la gana. Me da igual. Y yo, que ya había diseñado una camiseta para ser estampada con el retrato del Diego, y con la siguiente leyenda: ‘Ahora, que se la chupen’.


Es Viernes 9 de julio en la noche. Desde hace dos días estoy escuchando a Calamaro de manera intensiva, ya que mañana pienso asistir al concierto gratis que el salmón va a dar en el parque los Caobos. Comienza a sonar ‘Clorazepan y Circo’:

“Y nos sobra cocaína,
Y con el precio que tiene
Este lugar me conviene…”


Espero que el Andrés no se de tan duro con la coca en su visita al país, miren lo que le pasó al admirado tocayo en su ultima visita a Caracas. Todos los excesos son peligrosos. Nada menos que 25 gramos de polvo blanco enervante y tres botellas de Whiskey. O al menos eso es lo que dice un rumor que corre por Caracas. Por cierto, no puedo dejar de mencionar mi rechazo y vergüenza por la actitud intolerante de ciertas personas que inundaron la cuenta de Twitter del salmón con mensajes llenos de ofensas personales y odio, debido que acepto tocar en un concierto patrocinado por la oficialista alcaldía de Caracas. Yo también soy antichavista, pero hay que comprender algunas cosas. Calamaro, como cualquier profesional del entretenimiento, toca donde lo contraten, y trata en lo que se sea posible estar al margen de la diatriba política, y aun mas si no se trata de su propio país. Vamos, tocar de gratis en el Parque Los Caobos no puede ser un crimen. Muy al contrario, un concierto gratis en el parque me parece algo fantástico, loable. Allá los que se pongan brutos, yo en particular no pienso perderme por ninguna razón ese evento musical. Obviamente va a haber unos presentadores rojo-rojitos vociferando consignas políticas, y habrá que pasar ese trago amargo, pero aparte de eso, uno debería dejar atrás la diatriba política aunque sea por unas horas, y disfrutar de la música. Ya deberíamos acostumbramos a la idea de que las dos partes del país estamos condenados a entendernos. O nos entendemos o nos matamos. Que mejor que el lenguaje universal de la música para ayudar a acercarnos. Vamos, alguien que vaya a un concierto del salmón no puede ser tan malo ni tan diferente.

El domingo se acaba el mundial. Dos de los mejorcitos equipos del torneo han llegado a la final. Una España que toca y toca, y que sabe tratar bien al balón, pero que tiene problemas para anotar. El único problema de la roja es ese: falta de contundencia a la hora de concretar goles. Algunas veces de tanto Tiki-taka cae en una especie de regodeo autocomplaciente, en una suerte de onanismo futbolístico. Por el otro lado, tenemos a una holanda que dista de ser la brillante naranja mecánica de Cruyff y compañía en los 70, o la de Gullit y su banda a finales de los 80, pero que ha aprendido a ser una naranja eficiente. Con dos equipos que practican un futbol abierto, ofensivo, debería ser un una gran final. Que gane el mejor. Con todo, no ha sido un buen mundial, pero creo que ha sido mejor que el mundial del 2006, que tuvo como ganador a una Italia que llego arrastrándose a la final a punta de empates y penaltis. Siempre es preferible que gane un equipo que no juegue al lamentable ‘Catenaccio’. En general, y con la honrosa excepción de Alemania, ha sido un mundial con pocos goles y con poca emoción, y eso tiene una razón: todos los equipos juegan igual. Juego cauteloso, sin arriesgar mucho, basta con anotar un gol y luego hacer tiempo hasta que termine el juego. El que anote, gana. Pocas remontadas y pocos juegos de toma y daca. Futbol moderno, lo llaman algunos. Una mierda lamentable, la llamo yo. Hasta el Brasil de Dunga decidió plegarse a esta especie de nuevo dogma futbolístico, sacrificando el juego vistoso, el famoso y extrañado ‘Jogo bonito’. Solo se vieron destellos de buen futbol por parte de individualidades. Un regate de Luis Fabiano por aquí, un buen pase de Kaka, por allá. Creo que la decisión de dejar fuera del mundial a un jugador como Ronaldinho gaucho es emblemática de esta lamentable tendencia. Una hijodeputada, digo yo. Al sacrificar el jogo bonito, Brasil se priva de su esencia, de su razón de ser. El Brasil de Dunga fue castigado debido a este futbol mezquino. Necesitamos, queremos más Ronaldinhos y menos Dungas.

Sábado 10 de Julio. Luego de ver el juego por el tercer lugar entre Alemania y Uruguay en el Centro Plaza, me dirijo hacia el parque Los Caobos. Gran campeonato de Forlan. Debería ser considerado seriamente para el balón de oro. Gran equipo alemán, igualmente. Dada su juventud, auguramos que este equipo dará mucha guerra el próximo mundial. Cuando llego al parque, soy recibido con una intensa lluvia. Afortunadamente, fui previsivo y traje mi chaqueta impermeable. Al terminar la lluvia, me dedico a reconocer las distintas tribus urbanas mientras recorro el parque: Aquí están los rockeros revolucionarios: pelo largo, barba a lo Che, ropas de color verde, gorrita con una estrella roja. Uno lleva una camiseta que dice: ‘Uribe paramilitar’. Si quieren ver paramilitares, les recomiendo que vayan al 23 de Enero. Más acá están los rockeros metaleros: vestiduras estrictamente negras, camisetas con los logos de Metallica, Kreator, Sepultura. Me pregunto si se equivocaron de concierto. Veo una tribu que es difícil de clasificar: son unos anarko-punk-rasta-hippies. Una vaina rara, pues. Más acá, otra vaina rara: ahí están los mariquines, con sus peinados exóticos. A flock of seagulls. Un poco más adelante, donde todavía hay espacio para sus maromas, veo a la tribu de los patineteros: estoy casi seguro de que nunca han escuchado al Andrés, pero como la vaina es gratis, por aquí están pululando. Hey, ¿Qué es esto? Hay unos tukkis por ahí. ¿Qué carajo andarán buscando? Deben estar equivocados y piensan que va a tocar don Omar o alguna mierda intolerable por el estilo. Caminando por el parque, me topo con un grupo interesante: Son las chicas intensas de Sociología o de Letras de la UCV: Faldas de lino, ropa a lo hindú, bolso de fibra de cáñamo hecho en Bolivia, paño en la cabeza a lo Piedad Córdoba, lentes de carey. Me encantan estas chicas. Además de mi malquerido apéndice sexual, yo podría enseñarles unas cuantas cosas. A mi lado, unas jóvenes chicas piensan que están en Woodstock y se revuelcan alegremente en el lodo. Se ven muy sexis todas mojadas y llenas de barro. Mientras continúan echándose lodo mutuamente, me salpican los pantalones. Juventud, divino tesoro, dijo el poeta.

Desorden Publico comienza muy bien: Allá cayo, allá cayo, allá cayo, allá cayo... El público los ama, salta y corea todas sus canciones. Gran sonido y gran ambiente. Que se puede decir de la veterania y el dominio escénico de una banda que este mes cumple 25 años tocando. Sin duda, una de las mejores bandas de Ska del mundo. No en vano, son incluidos en compilaciones de Ska hechas en Inglaterra, han tocado con bandas legendarias como los Skatalites y son invitados a tocar en lugares tan distantes como Japón. Coño, ahí esta el perrote, epa rata, hey perrote… Nada, el perrote y sus panas no me escuchan, y prosiguen su camino. Como estoy en un sitio privilegiado para ver el concierto, al final de unas escalinatas, tampoco abandono mi puesto. El pana perrote. Se vino desde La Victoria a ver el concierto. Termina el toque de Desorden público, y la presentadora intenta comenzar un discurso político de tono oficialista. El publico le responde con un sonoro abucheo. La chica rápidamente cambia de tema y promete que el salmón saldrá pronto al escenario. Y así lo fue. Calamaro comienza muy bien, tocando un cover de los Stones:

I was born in a cross-fire hurricane
And I howled at my ma in the driving rain,
But it's all right now, in fact, it's a gas!
But it's all right. I'm Jumpin' Jack Flash,
It's a gas! Gas! Gas


Comienzo a corear la canción y a brincar. Entonces miro alrededor: Nadie sabe que canción es esa. Estas son gentes con una bajísima cultura rocanrolera. Si no conocen nada menos que ‘Jumpin Jack Flash’, ¿Qué más no conocerán? Me da vértigo de solo pensar de los vastos espacios vacíos dentro de sus estúpidas cabezas. Es el horror al vacío, el Horror Vacui del que hablaban los aristotélicos. Además de tocar un rocanroll muy clásico, muy a lo Stones, la música de Calamaro tiene una cualidad muy porteña, muy argentina y tienes que estar habituado a ella. Es por eso que predigo que luego de 3 canciones, se va a salir bastante de la gente que solo vino porque el concierto es gratis. Yo y mis predicciones. A veces, podría competir con Nostradamus. Luego de 3 canciones, comienza un flujo de personas saliendo por el centro de la ancha escalinata en la cual estoy parado. Miren, nada menos que un grupejo de Tukkis, esa deplorable tribu urbana, con sus gorritas de medio lado y demás ridiculeces. Me alegra que se vayan al carajo, no los necesitamos, pero aun me pregunto: ¿que coños hacían aquí? Si no les gusta esta música, ¿Por qué vinieron? Entonces recuerdo una anécdota de hace algunos años. Fui al cine a ver Nixon, ese gran drama político de Oliver Stone. A los quince minutos alguien dice: ¡Ay no, esta película es pura habladera, vámonos! ¡Si, que chimbo!, dice otro cretino, y acto seguido se sale del cine un grupo de cinco personas. Hasta la vista, you stupid motherfuckers. ¿Pero que se esperaban estos imbeciles de mierda al entrar a ver un filme que se llama nada menos que ‘Nixon’? ¿Una película de ciencia ficción? ¿La historia de unos vampiros llamados Nixon y Kissinger? ¿Pero que coño pasaba por sus cabezas? ¿Es que algo pasa por sus cabezas? Pero en fin, luego de 10 minutos termina el desfile de los infiltrados en el concierto, ahora estamos los que somos. Detrás de mi hay un grupo de personas. Las chicas son muy lindas, y se saben las canciones. ¿Dónde se conseguirán unas así? El salmón se pasea por los clásicos, y por algunas canciones nuevas que no conozco, pero me igual me gustan. Nada como un concierto de rock para alegrarme.

Es sábado, son aproximadamente las 10 de la noche. Acabo de regresar del concierto de Desorden Publico y de Calamaro y ando de muy buena onda, feliz. El rocanroll me purifica, me aliviana, lava mi negro corazón de las penas, de la tensión, del rencor. Es como poner una piedra llena de hollín en un río de claras aguas: sales limpio y renovado. Pero no se preocupen, eso dura poco. Bastan unas horas o una semana cuando mucho de contacto con los hijoeputas, y vuelvo a mi estado original. Los sociólogos (¿o son los psicólogos?) dicen que las personas sienten empatia por las personas que puedan individualizar, que puedan reconocer. Es por eso que la gente se impacta más por la muerte de Michael Jackson o de La princesa Diana, que por la muerte de diez mil personas en un terremoto en China, o por la muerte de doscientas personas en un deslave en Guatemala. Los famosos, al salir todos los días en la TV, o en los diarios, tienen una exposición mediática que los hace reconocibles a la gente, entonces se crea un vínculo porque creemos conocer a esa persona. En cambio, si se hunde un barco en las Filipinas con 500 personas, la gente no se siente afectada porque no reconoce a nadie en esa masa anónima. Y aquí viene lo extraño. En mi caso, es todo lo contrario. Cuando por ejemplo, esta noche estuve el concierto, me sentí integrado y ame a la masa que se sabía las canciones de Desorden y del Calamar Calamaro. Reconocí un vínculo con ellos. Reconozco que son gente buena, y siento aprecio por ellos como unan masa anónima. Es por eso que no quiero conocer a ninguno de ellos: Les aseguro que si tengo que ver de manera regular a alguna de esas personas, no pasaran dos semanas sin empiecen a haber incidentes desagradables. Luego comenzare a odiarlos, a maldecirlos y a tener fantasías de asesinato. Estaré en tensión permanente en su cercanía, con todos los sentidos concentrados como un rayo láser en saber que planean en mi contra. Se creara un ciclo de feedback negativo. No me dejaran en paz. A continuación tendré acidez, diarreas, y finalmente, una depresión, ante la impotencia para cambiar esas circunstancias. Es por eso que es mejor tener a esa gente lejos, bien lejos. Es bueno para mi salud mental, y física.

Y si, soy argentinofilo, y a mucha honra. Al contrario de los argentinofobos, que odian sin razón, mi filiación a la nación argentina tiene muchas razones: el país de Borges, de Horacio Quiroga, de Cortazar, de Sábato, de Tomas Eloy Martínez, de Alejandra Pizarnik, de Bioy Casares, de Quino y Mafalda, de Les Luthiers, de Astor Piazzola, de Pedro Aznar, de Fito, de Charly, de Soda Estéreo, de Gustavo Cerati, de Andrés Calamaro, de Miguel Mateos, de los Fabulosos Cadillacs, de Virus, de Rata Blanca, de Di Stefano, de Kempes, de Maradona, de Valdano, del burrito Ortega, de Redondo, de Batistuta y de Messi no puede ser un país malo. Muy a pesar de todos los Videla, los Galtieri, los Menem y los Kirchner. Nunca se ha visto tal desproporción entre tan noble nación y tan paupérrimos gobernantes. Pero retomando el tema de los que odian al Diego y a su país, que sabe burro de química, o que sabe argentinofobo de estas cosas, si cuando hablamos de sus lecturas, solo podemos mencionar a Condorito, la crónica policial y a Meridiano, cuando hablamos de su ‘música’ solo saben de Don Omar o de Wisin y Yandel, y cuando hablamos del deporte rey, creen que el futbol solo se juega cada cuatro años y algunos despistados se preguntan porque el Real Madrid no esta en la copa mundial. Y lo peor es que estos son los mismos cretinos de mierda, estos risibles animales, estos babiecas, estas bestias sub-normales los que pretenden venir a decirme quien soy yo. Hay que tener bolas. Hay que tener santas bolas. Como dijo el único, el inimitable Diego Maradona: Que se la chupen. O como dijo el salmón: Me cago en todo.

PD. Martes 13. Ahí están otra vez vociferando de nuevo las malditas hienas, nunca descansan. Están alborotados y hablando de nuevo su mierda usual simplemente porque el Sábado me quede en Caracas para ir al concierto. Malditas y despreciables sabandijas de mierda. Deberían ser aplastadas como una cucaracha: Nada bueno se perdería. Simpleente una plaga que debe ser destruida. Si tuviera una Glock 9 mm, no les pegaría un tiro en la cabeza, porque habría pérdida inmediata de la conciencia, y eso sería una verdadera lástima. Yo les pegaría un tiro en el pulmón derecho, de tal manera de que agonicen por 5 minutos, y mientras estén tirados inermes en su charco rojo, resoplando, ahogándose en su propia sangre, con gran alegría me acercaría, les escupiría en la cara, y les diría: ahora muere, hijo de puta, muere, muere, maldito. Luego me mearía encima del cadáver, el cual entregaría al mordisco de los perros callejeros. Ah, las fantasías de venganza.


ME CAGO EN TODO (Andres Calamaro)

Hoy si que me cago en todo
Nada me puede importar
Porque me quedé tan solo
Que ya no existen los demás
No tengo ni donde caerme
Nadie va a venir a verme.
Todos prefieren cualquier cosa
Pero lejos de mí.
Los potros están echando espuma
Pluma mental animal.
Estamos tan lejos del toro
Me quiero poner a cantar.
Hoy me cago en todo
Pero me cago en todo con amor.
Si nadie me cuida y estoy solo
Me queda poco gas en el motor.
Me cago en todo
Pero me cago en todo con amor.
Nada me importa más que lo que hay en la mesa
Y podría ser peor.
Ni hablar de la cabeza
Casi no siento terror.
Vivir así de desgraciado
No me deja otra solución.
Me cago en todo
Pero me cago en todo con amor.
Si nadie me cuida y estoy solo
Me cago en todo
¡sí señor!
Qué finita es la frontera
Entre la angustia y la felicidad.
Todo volverá a ser como era
En algún momento y lugar.
Me cago en todo
Pero me cago en todo con amor.
Nadie me cuida y estoy solo
¿dónde mierda está el amor?
Me cago en todo
Esta vida no es para mí
Me cago en todo
Termino mal si sigo así
Me cago en todo
Merecería algo mucho mejor
Me cago en todo
Somos la aristocracia de la desgracia.

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Mañana en la batalla piensa en mí,
y caiga tu espada sin filo: desespera y muere.
Pese yo mañana sobre tu alma,
sea yo plomo en el interior de tu pecho
y acaben tus días en sangrienta batalla:
caiga tu lanza.
Piensa en mí cuando fui mortal,
desespera y muere.
Llena ahora tu sueño de perturbaciones.
Mañana en la batalla piensa en mí,
y caiga tu espada sin filo.
Mañana en la batalla piensa en mí,
cuando fui mortal,
y caiga herrumbrosa tu lanza.
Pese yo mañana sobre tu alma,
sea yo plomo en el interior de tu pecho
y acaben tus días en sangrienta batalla
Mañana en la batalla piensa en mí,
desespera y muere.