lunes, 29 de septiembre de 2008

Tropa de Elite

Luego de una espera de varios meses, ha llegado a las carteleras (de la piratería) de Caracas esta laureado filme del director brasilero José Padilha, ganador del León de Oro en el festival de Berlín como mejor película. Inextricablemente ligado a la tradición Brasilera y Latinoamericana del cine de la miseria, el crimen y la violencia, Tropa de elite es un filme directo y duro como pocos, y es inevitable hacer la comparación con ‘Cidade de Deus’, aquel descarnado film de Fernando Meirelles. Se podría decir que ambos filmes son complementarios, dado que Tropa de Elite cuenta una historia de violencia en las favelas de Río de Janeiro, desde el punto de vista de las policías del estado brasilero.
Corre el año 1997, y el curtido Capitán Nascimento del BOPE (Batalhao de Operacoes Policiais Especiais), el grupo elite de la policía militar de Río de Janeiro, necesita buscar un sustituto, al querer retirarse debido a la perspectiva de su pronta paternidad. Deberá entrenar a Neto y Mattias, dos idealistas aspirantes a sucederlo, durante un periodo de seis meses. Al mismo tiempo deberá limpiar de Narcotraficantes y delincuentes una favela cercana al sitio donde se quedará el Papa durante su visita a Río. Pronto los aspirantes aprenderán sobre la red de corrupción policial, y los métodos de represión ilegales que son usados regularmente por la PM de Brasil, en medio de una crisis personal en la que Nascimento se cuestiona a si mismo, y la moralidad de sus acciones.
Acusado por cierta prensa en Brasil y en Europa de ser un film fascista o de presentar una apología del fascismo y la violencia de estado, la película en cambio dista de presentar un mundo esquemático, donde todo es blanco y negro. Al contrario, el filme presenta muchos ángulos, diferentes aristas del problema, y deja al espectador ser quien decida que esta mal y que esta bien, en un mundo donde la corrupción, la debilidad de las instituciones y la extrema violencia de las bandas criminales hacen que las fronteras entre el bien y el mal a veces estén difuminadas. Un filme poderoso que debe ser visto por cualquiera que quiera comprender las complejidades de América Latina.
Quizás haya que ser latinoamericano y conocer bien nuestra realidad para entender ciertas cosas que suceden en estos lados del mundo y las razones por las cuales a veces los ciudadanos nos hacemos la vista gorda ante ciertos desmanes policiales. En nuestro continente, la continuidad e integridad del tejido social a veces se cose con hilos de sangre, aunque no nos guste reconocerlo. Y eso lo saben bien los amigos de una excelente banda brasilera:

“A policia apresenta suas armas
escudos transparentes, cassetetes
capacetes reluzentes.
E a determinaçao de manter tudo
em seu lugar.”

Os Paralamas do Sucesso, Selvagem

viernes, 26 de septiembre de 2008

El Jefferson

Hay destinos que son extraños. Hay destinos que son trágicos. El sino de el Jefferson fue ser ambas cosas. Dicen que terminó el bachillerato y más nunca estudió ni tuvo un trabajo estable. Dicen que era alto, flaco y desgarbado, y siempre caminaba por los pasillos del edificio encorvado, callado, con las manos en los bolsillos. Debido a su apariencia huraña y a ese aire a objeto destartalado que tenía, era objeto de burlas y chanzas por parte de los vecinos del bloque. Las muchachas llegaban a llamarlo 'El Gaferson’, y eso dolía, dolía…
Pero el Jefferson no era tan tonto como parecía. Tenía una habilidad innata y extraordinaria para la mecánica. Sin haber estudiado esa disciplina y sin necesidad de ayuda, podía armar y desarmar motocicletas, motores de automóviles…. y armas de fuego. Una habilidad como esa última no podía pasar desapercibida en un vecindario de alto riesgo como el 23 de Enero, en Caracas. Nadie recuerda como ni cuando fue su primer encargo. Lo cierto es que Jefferson pronto comenzó a recibir todo tipo de armamento para ser reparado: Colt 38’s. Colt 45’s cañon largo, Berettas, Lugers, FALs…. Con una habilidad y velocidad que envidiaría Forrest Gump, Jefferson desarmaba, limpiaba, engrasaba y luego armaba de nuevo los instrumentos de la muerte antes de devolvérselos a sus dueños. A los 25 años, Jefferson había encontrado su vocación.
Los ingresos eran magros, pero al menos el Jefferson podía mantenerse a si mismo y pagar sus vicios. Si, porque lo que realmente definió su destino trágico fue su adicción a las drogas duras, primero a la cocaína y luego al Crack, más asequible y más poderoso. Y en el 23 de Enero, centro neurálgico del tráfico de drogas y de armas en Caracas, nunca hay escasez de estas cosas. Una tarde, bajo los tóxicos influjos del crack, Jefferson decidió ejecutar su venganza, largamente meditada. Se asomó a su balcón en el piso 8, miró hacia abajo, donde estaban los jugadores de dominó y los bebedores de cerveza, quitó el seguro, y dejó caer la granada. Dicen los testigos que la escena era dantesca: piernas y brazos mutilados, gritos, sangre, un cercenado dedo índice apuntando hacia el balcón donde estaba el culpable.
Dicen que unos vecinos iracundos lo lanzaron del balcón del piso 8. Dicen que el mismo se lanzó al ver la magnitud de la masacre que había perpetrado. Otros dicen que había jurado llevarse consigo a muchos el día que se fuera de este mundo. Pero luego de los estridentes titulares de los periódicos, y de las grandilocuentes declaraciones sobre ‘investigar hasta el fondo’ el origen de esa granada, la vida y la muerte en el 23 de Enero prosiguen, solo que ahora hay un déficit de mano de obra para el mantenimiento armas de fuego, especialmente es estos tiempos en que los ‘Carapaicas’ y los ‘Tupamaros’ tienen fuentes de financiamiento oficial para mas y mejores armas. Más pronto que tarde, algún Maiker o Wilkerson tomarán el necesario lugar de el Jefferson en un vecindario signado por la violencia cotidiana. Que bien lo dice aquella pegajosa canción:

“Hay fuego en el ven – tri – tré
en - el - ven – tri – tré …”

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Bienaventurados

Bienaventurado el loco que pasa con el pie sangrando

Bienaventurados los que caminan por los caminos como fantasmas

Bienaventurados aquellos a los que les falta un zapato

Bienaventurados los que lamentan la muerte de un perro callejero

Bienaventurado el borracho que duerme en la acera

Bienaventurados los consumidores de crack en los callejones

Bienaventurada la prostituta en la estación del metro

Bienaventurado el que le paga

Bienaventurados los que se clavaron muchas espinas

Bienaventurados los que no tienen espinas ni rosas

Bienaventurados los que son recibidos a pedradas

Bienaventurados aquellos a los que ladran los perros

Bienaventurados los que conocen la risa de la hiena
y el mordisco del chacal.

Bienaventurados los que gritan su miseria por las ventanas

Bienaventurados los que no tienen ventanas

Bienaventurados los que rumian su amargura en silencio

Bienaventurados, Bienaventurados…


Gustavo Nava Vera, Septiembre 2008.

lunes, 22 de septiembre de 2008

Un rayo en la oscuridad

Debo agradecer esta noche a las termitas una revelación inesperada. La semana pasada, descubrí con gran azoro que estos destructivos insectos estaban atacando las cajas que contenían mis libros, los cuales había empacado cuidadosamente durante el pasado mes de Diciembre, al huir de Caracas, ciudad particularmente hostil, la cual me trituró sin misericordia. Aparte de unas lamentables perdidas como un libro sobre las montañas sagradas del mundo, un poemario de Cesar Vallejo o una infame historia de la tortura, las bajas no fueron catastróficas. El lado positivo es que ahora tengo casi todos los libros ordenados en sus bibliotecas como medida preventiva, (al menos por ahora), por lo cual mis horizontes de lectura se amplían de nuevo en esta época particularmente oscura, en la cual por razones tácticas debo limitar la adquisición de nuevos bienes, incluyendo libros y Cd’s de música.
Confieso que en algunas ocasiones, pensamientos lúgubres sobre la futilidad de todo me asaltan en la alta noche, especialmente en esos días en que he tenido la desdicha de tener que relacionarme, escuchar o ver seres, sitios o cosas intolerables para mí, eventos que funcionan como una suerte de ‘efecto avalancha’ mental, que remueve memorias lacerantes que prefiero no recordar. Hoy fue uno de esos días, y mientras en la madrugada estaba leyendo un poemario de aquel iluminado hijo de Manhattan, Walt Whitman, que esta semana había sido rescatado de las penumbras de una caja, me llegó este fogonazo de su lucidez, este rayo en la oscuridad de la noche:

¡OH, MI YO! ¡OH, VIDA!

¡Oh, mi Yo!, ¡Oh, Vida!, de sus preguntas que vuelven,
Del desfile interminable de desleales, de las
ciudades llenas de necios,
De mi mismo que me reprocho siempre (pues, ¿quien es
más necio que yo, ni más desleal?),
De los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos
despreciables, de la lucha siempre renovada,
De los malos resultados de todo, de las multitudes
afanosas y sórdidas que me rodean,
De los años vacíos e inútiles de los demás, yo
entrelazado con los demás,
La pregunta ¡oh, mi yo! La pregunta triste que
vuelve - ¿que de bueno hay en medio de estas
cosas, oh, mi yo, oh, vida?

Respuesta

Que estas aquí – que existen la vida y la identidad,
Que prosigue el poderoso drama, y que puedes
contribuir con un verso.

Walt Whitman.

Gracias, Whitman. Las admoniciones que alguien de tu enorme estatura ética e intelectual serán tomadas en cuenta. Solo queda preguntarte lo mismo que preguntaba Borges a ‘Cierta sombra’ de Inglaterra:

‘¿Me oyes, amigo no mirado
a través de esas cosas insondables
que son el mar y la muerte?’

jueves, 18 de septiembre de 2008

Sobre la muerte de Rick Wright

Sobre la Muerte de Rick Wright

Cada vez que muere un hombre, una parte del mundo muere irremediablemente con el, decía Jorge Luis Borges. Es por eso que no podemos evitar sentir tristeza ante la noticia de la muerte de Richard Wright, sempiterno tecladista de Pink Floyd durante cuarenta años. Pink Floyd es una banda arquetípica, y encarna el ideal que algunos tenemos sobre lo que debe ser la música: Letras profundas e inteligentes, música melodiosa, equilibrada y hermosa. Sus composiciones siempre serán una referencia para los que pensamos que la música puede y debe ser algo mas que primitivos y repetitivos sonidos de tambores destinados a que los mas jóvenes quemen el exceso de hormonas (cualquier parecido con el Reggeton es pura coincidencia). Una parte importante del característico sonido de Pink Floyd, a pesar del protagonismo de Roger Waters y luego de David Gilmour, era ese sutil pero permanente sonido de teclados en el fondo de las canciones. Siempre recordaremos esas maravillosas introducciones a canciones en la cuales había un sutil sonido de fondo in crescendo, como en ‘Shine on, You crazy diamond’. Siempre estuvo ahí, callado, pero haciendo su trabajo de manera impecable, y es inevitable hacer un paralelismo con el recordado John Entwistle, el bajista de ‘The Who’.
Por muchos años tuve la secreta esperanza que de Pink Floyd algún día se iba a reunir de nuevo para dar una gira, y yo iba a estar preparado para no perderme esa ocasión. Tanto es así, que durante los años que pase en Europa, tenia un fondo de ahorros especial destinado para ir a ver a los Floyd, donde sea y como sea, no expenses spared. No recuerdo como ni cuando gaste ese dinero, quizás en algún viaje a Berlín o a Paris, o quizás en alcohol y en putas, nada nuevo bajo el sol. Lo cierto es que una parte del mundo ha muerto, y cierto estupor, cierta melancolía flota en el ambiente de los amamos al Rock Progresivo. Sin embargo, su música queda con nosotros, y no hay mejor homenaje que poner un CD y seguir escuchándolos:

"The time is gone,
the song is over,
thought Id something more to say ....."

miércoles, 17 de septiembre de 2008

En el Pais de los mil tarantines

“El desafuero de los habitantes afeaba la fama de aquella
tierra amena, vestida de flores, rota por manantiales
ariscos, amada por la nube de gasa y el sol paternal ….El
Dios los castiga engrandeciendo la riqueza de la tierra que
mancillan. La nutre de tesoros fatales que son desvelo de
la codicia, que dividen al pueblo en airados bandos de
ricos y pobres. Los nuevos dones infestan de odios
vengativos y pueblan con huesos expiatorios. “

José Antonio Ramos Sucre.

En país de los mil tarantines.

Tenía tiempo que no caminaba por el centro de Los Teques. Quizás demasiado tiempo. Una consecuencia inevitable de pasar un largo periodo sin ver a algo o a alguien, es que guardamos una versión congelada en el tiempo de ese objeto y a veces hasta lo idealizamos, de tal manera cuando nos encontramos con eso o ese alguien nuevo, solemos detectar de inmediato todos los cambios sucedidos durante el tiempo transcurrido. Cada detalle nuevo, cada omisión en el objeto actual es contrastado con aquella otra versión cuasi-platónica que teníamos en la memoria. En el caso de Los Teques, esta experiencia me sirvió como terapia de shock y como revulsivo para una reflexión sobre nuestro devenir como país.

Al apenas arribar a la capital Mirandina, me doy cuenta de que los puestos de buhoneros y el caos no me dejan reconocer las calles, y ante la abrumadora evidencia del cambio, decido dar una gira exploratoria por esas regiones ahora desconocidas y hostiles. Tarantines de buhoneros en todas partes y direcciones, montones de basura en las calles, ruido, dificultad para caminar en la acera, un verdulero tira unas cebollas al pavimento, al lado una señora vende unas franelas con los “Tres fantásticos” de la revolución, mas acá suenan estridentes Wisin y Yandel el dúo de la historia, un menesteroso con alguna enfermedad en la piel extiende su mano en suplica, un señor vende copias de CD’s, en suelo de una carnicería reposan dos perros macilentos rodeados de moscas, un ferretero ambulante vende herramientas chinas de dudosa calidad, al lado una señora vende mustios plátanos, un vendedor de perros calientes le sirve a dos clientes, un perro famélico y un mendigo se disputan las sobras, un señor vende pilas marca ‘SQNY ‘y relojes ‘Swass’, un demente pasa sin zapatos y dejando un rastro de sangre en la acera, los moto taxistas observan, mas adelante siento un penetrante olor a orines, dos mangos podridos me saludan desde la acera, el pequeño hijo de una buhonera llora, dos lateros intercambian denuestos en disputa por un lata de refresco, un buhonero ríe abjectamente ante la escena, un sudoroso vendedor de maltas pasa con su carrucha, al frente venden video copias de dibujos animados y películas porno, una muchacha inspecciona unas diminutas panties, un vendedor de pinchos nos sofoca con su humo, las bocinas de los autos sueñan estridentes, y Don Omar les responde “A Ella le gusta la gasoliiiiiinaaaa …….”.


Cuando era estudiante, tenia que pasar por Los Teques en mi transito diario hacia el IUT-RC y de regreso a casa, y recuerdo que esta ciudad no era un sitio tan hostil, la transmutación en algo mucho peor, el cambio hacia este arrabal sucio e irredento en los últimos 10 años ha sido obvio, contundente. Pero solo hablo de Los Teques, cuando en realidad podemos constatar con estupor y resignación que este paisaje desolador, que esta visión pesadillesca, que este proceso de degradación del espacio urbano se repite en muchas ciudades mas: Caracas, Valencia, Maracay, Cagua, La Victoria, Porlamar ……
Extrapolando, podemos asumir que este transito hacia la suciedad, el hacinamiento y la fealdad en los centros urbanos ha sido un proceso nacional. Y no nos mintamos, ni idealicemos el pasado: Los Teques nunca fue Utrecht, ni la avenida Bolívar de Maracay nunca se pareció a Queen Street en Toronto. Pero al menos había un decoro, un modesto esfuerzo para mejorar los espacios públicos, una idea, un esbozo del futuro que queríamos tener. ¿Como fue que llegamos a ser esta colección de estercoleros sin que nos dieramos cuenta? ¿En que momento le cayo el bachaco al país?

Cuando buscamos respuestas al porque de este salto cuantico hacia atrás en todos los aspectos de lo que el profesor Blanco Muñoz llama ‘Este ex-país’, no hace falta hurgar mucho. Cuando el discurso político dominante, cuando la idea del país posible que se propone se basa en gallineros verticales, en la ruta de la empanada, en invasiones a fincas productivas, expropiaciones de empresas o en cultivos de cebollas en la Av. Bolívar de Caracas y cuando personajes oscuros y mediocres como Lina Ron, el ‘Canciller’ maduro, Freddy Bernal o la comandante fosforito son el modelo a seguir por millones de Venezolanos en la pobreza que todavía creen en el mensaje mesiánico, demencial y destructivo de Hugo Chávez, y cuando además al grueso de la población se le ha inculcado la idea de que los derechos humanos consisten en hacer lo que a mi me de la gana, el resultado no podía ser otro. La degradación física de nuestras ciudades es la manifestación de la degradación del discurso político dominante y por ende del ideal del país que debemos ser. Nuestro referente nacional es llegar a ser una mezcla de la redoma de Petare con Calcuta y algún barrio paupérrimo de La Habana, basado en un mezclote ideológico de Ezequiel Zamora, Maisanta y el Che.

Tomemos como termómetro a La Victoria, Edo Aragua: hace 15 años la zona industrial de esta otrora pujante ciudad industrial producía 22 mil empleos. Hoy en día apenas se producen 3 mil puestos de trabajo. La una vez orgullosa avenida Loreto ahora no es mas que una mini versión de la avenida Baralt de Caracas, caminadoras y travestís incluidos en las noches. ¿Qué paso con La Victoria? O mejor dicho: ¿Qué paso con todas esas empresas que generaban empleo y prosperidad? La respuesta es fácil: Todas fueron a la quiebra o dejaron el país, ante la inseguridad legal, y la incertidumbre económica, política y social que campea en este pobre ex-país. ¿Qué hace ahora toda la gente que laboraba en esas empresas? Aparentemente son taxistas o se venden unos a otros mercancías, en una especie de regreso al regreso al trueque indigenista, endógeno y revolucionario: Yo te vendo dos paquetes de harina Pan, y tú me pagas con un par de medias. Recuerdo un señor chavista que ante la carencia de otras opciones, vendía bolsitas con pedazos de mago verde salado en la plaza Campo Elías y ante las inquisiciones de un amigo sobre el porque de su filiación política, se atrevía a proclamar que “Con hambre y desempleo, con Chávez me resteo”. El vértigo, el asombro, el estupor.

Pero no hay mal que dure cien años, ni país que lo resista. Cuando la nación se despierte de esta insensata borrachera de petrodólares, constatara con amargura, remordimiento, con tristeza, que tuvimos mas dinero que nunca, y sin embargo tuvimos el improbable talento para desperdiciarlo y además hacernos mas pobres aun. Mientras tanto, el país seguirá en este proceso de degradación, en esta indetenible conversión hacia una paisaje mierdero y lamentable, en medio de la mayor bonanza petrolera de nuestra historia. Me consuela saber que al menos existen algunas burbujas intocadas, algunos enclaves de la clase media y universitaria que han resistido el embate de este cáncer destructivo, de esta mancha roja que todo lo estropea y afea. Por ejemplo, muy cerca de Los Teques, San Antonio de los Altos sigue siendo San Antonio de los Altos y los gallineros verticales no les han llegado a la cabeza, muy a pesar de Diosdado Cabello y sus secuaces. Que Ya lo dijo mi amigo y ex colega Juan Manuel Esquivel cuando lo llevamos a conocer el limpio y ordenado suburbio de Ámsterdam donde se le había asignado apartamento: “Amstelveen es como San Antonio”. Precies mijn vriend, precies, y el parecido no solo es físico: Para que un castillo exista en este mundo, primero tiene que existir como idea en la cabeza de alguien. Y los castillos del espíritu tienen la ventaja que son muy difíciles de derribar por cualquier bachaco, Diosdado o mancha roja.


PD: Estas líneas fueron escritas en Julio, y dos meses después, no puedo sino confirmar lo dicho. Hace dos semanas padecimos dos días sin electricidad y una semana sin agua, simple verificación de que el país se cae a pedazos. Dos días después Chávez intenta justificar esto diciendo que el crecimiento industrial y comercial del país es tan acelerado, que sobrepasa la oferta del sector eléctrico. Me pregunto que pensaran de esa absurda explicación aquí en La Victoria los ex–empleados de la FIAT o de Productos Royal, por nombrar dos ejemplos.