sábado, 15 de octubre de 2011

Dos meses




Parece ser que los difamadores radiales dijeron cuatro pendejadas y tres evasivas en su puta radio, pero en realidad no respondieron de ninguna manera concreta a mi petición de ayuda luego de dos meses. Y yo tenía la convicción de que esto iba a ser así, pero había que dejar un resquicio abierto en el caso de que estos señores realmente hubieran tenido la decencia o la voluntad de resarcir de alguna manera el catastrófico daño causado a mi persona. Por algún momento llegué a pensar que estos señores iban a tratar de reparar la ciclópea deposición que pusieron con su gracia radial. Pero era obvio que su circo era un bluf, que todo era declaraciones vacías, vanas promesas. Pompas de jabón lanzadas al viento. Como se dice en Venezuela, todo era ‘pura paja’. Lo que no termino de entender, lo que no me cabe en la cabeza es por qué entonces estos psico-terroristas radiales, reos del delito de difamación agravada, desgracia de la radio venezolana, vergüenza del periodismo mundial y grandísimos hijos de la gran puta hicieron lo que hicieron. ¿Por qué declararon todas esas falsedades?, ¿Por qué arruinaron mi vida? Porque esa es una pregunta que a veces no me deja dormir, ¿Cual fue la razón de esta indeseada, violenta, irresponsable y criminal intrusión en mi existencia? ¿Qué pretendían estos señores, entonces? ¿Cuál era su objetivo, cuál su plan? Como en la canción de Fito, yo les pregunto y la vez les afirmo:

“¿Que es lo que quieres de mi?
¿Que es lo que quieres saber?
no me veras arrodillado,
no me veras arrodillado…”

Y de nuevo me pregunto: ¿Acaso hubo mala fe desde el principio? ¿Acaso todo fue un encargo de los cultores del crimen pessimo y los psico-terroristas radiales fungieron de ejecutores de un siniestro plan? ¿Será que creían que con sus mentiras podían forzarme, obligarme a ser algo que no soy? ¿Por qué esto, por qué a mí? ¿Cuál es la solución a este enigma? Quizás mi teoría del anterior post sea cierta: Todo se debió a un infeliz contubernio entre la estulticia de los periodistas y la perfidia de los maricones. Una desafortunada combinación que resultó ser realmente nefasta.

De esos mamarrachos no he sabido nada, y en lo personal realmente no quiero saber un carajo por obvias razones, pero entre los comentarios que he escuchado decir a la gente por ahí (y hacen muchos), uno reza que los difamadores radiales andaban muy molestos, porque yo soy ‘muy malo’, y supongo que también ‘muy feo’ o ‘muy loco’. Es decir, luego de todas las falsedades dichas, luego de toda la difamación hecha en mi contra, luego de haberme sometido a escarnio púbico y haber provocado burlas contra mí en todas partes debido a sus mentiras, luego del daño moral, luego del daño psicológico, del daño profesional, del daño social, del daño familiar, luego de provocar mi ruina, luego del incuantificable daño causado sobre mi vida, luego de casi haber provocado mi suicidio, estos hijos de puta se sorprenden de que yo les haya contestado. Porque había que quedarse callado. Había que tragarse toda la mierda sin chistar. Como Cristo, había que dar la otra mejilla por diez millonésima vez. Se sorprenden que el muchacho les haya salido respondón, y les haya denunciado sus desmanes. Y me sorprende que estos señores ahora se sorprendan, porque ellos insistían una y otra vez en que yo tenía que ‘darme mi lugar’ y ‘ponerme los pantalones’. Pues bien, aquí estoy yo de nuevo, denunciando sus desmanes contra mi persona y combatiendo a todos mis enemigos donde quiera que estén y quienes quiera que sean, no importa que sean famosos, populares, adinerados o cualquier otra mierda que sean. Para mí, son solo una cosa: Delincuentes radiales, reos del delito de difamación agravada. Y ahora parece ser que según estos señores ahora el malo, el villano de de toda esta deplorable historia soy yo. Mi respuesta es esta: Váyanse al orto. Váyanse a la mierda. Váyanse al carajo. Váyanse todos a joder al coño de su puta madre.

También escuche decir por ahí que los delincuentes radiales andaban muy ‘decepcionados’. De esto último no tengo la menor duda. Cualquiera que rompa la ley o que cometa una falta quiere salirse con la suya. A nadie le gusta pagar, o en nuestro caso, ser denunciado públicamente cuando se han cometido acciones cuestionables. Por supuesto que están decepcionados que sus exabruptos hayan sido expuestos púbicamente. Como ellos, hay muchos decepcionados en este mundo. Yo supongo que el ex rector universitario y psiquiatra gozón debe estar decepcionado de hayan denunciado sus ‘travesuras’, que en su humilde opinión no eran para tanto. Y para poner un ejemplo más cercano a los medios, el magnate Rupert Murdoch también debe estar muy decepcionado de que se hayan denunciado e investigado los sucios métodos usados por sus infames tabloides. La lista de decepcionados a la que pertenecen los delincuentes radiales es larga e infame. Yo, en cambio, pertenezco al selecto club de los justamente indignados, de los iracundos con causa. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados, dijo el Nazareno, y yo espero que esa sentencia algún día se haga verdad en el mundo físico y concreto, no en el supuesto otro mundo del que jamás nadie ha regresado.

Alguien muy desinformado dijo por ahí, que yo le había ‘dado una paliza’ a los señores de la radio con el texto publicado en mi última entrada del blog. Pamplinas. ¿Quién jodió bien jodido a quien? Esos señores siguen comiendo y bebiendo whisky 24 años en sus restaurantes caros, dándose la gran vida, seguramente cagados de la risa y haciendo chistecitos sobre su gracia. Sus vidas siguen como si nada. Total, para ellos todo fue un desliz, un error de cálculo, una ‘peccatta minuta’ cometida supuestamente en aras de un bien mayor. El que fue víctima de sus trapisondas soy yo. El que quedó rejodido soy yo. El que quedó difamado soy yo. El que tiene que escuchar chistecitos a sus espaldas por las mentiras esparcidas por ellos soy yo. El que quedó con su carrera arruinada soy yo. El que no consigue trabajo soy yo. El que anda sin dinero soy yo. El que no puede tomarse un café o una cerveza soy yo. El que no puede ni ir al cine soy yo. El que ahora está en la lista negra bancaria soy yo. El que anda con dolor de muelas y ahora con una infección en las encías soy yo. De nuevo, ¿Quién jodió a quien? Yo solo cumplí con el imperativo moral de denunciar estos deplorables hechos que fueron cometidos por lo que parece ser una caterva de irresponsables o que quizás sea una turba de criminales de cuello blanco. En el nombre de la verdad, la razón y la justicia, estos deplorables eventos tenían que ser expuestos a la opinión pública. De lo contrario, y como dijo el Nazareno, ‘hasta las piedras gritarán’ si estos escandalosos hechos no eran y no siguen siendo denunciados.

De entre otros comentarios que le he escuchado decir a la gente, puede rescatar de mi memoria este: parece ser que los psico-terroristas de la radio dijeron en su descargo que ellos declararon todas esas falsedades y mentiras porque ellos ‘pensaban’ que todo era cierto. Mejor no aclaren nada porque se hunden más. Es decir, estas estrellas del periodismo investigativo, estos émulos criollos de Woodward y Bernstein hicieron todas esas falsas afirmaciones en un medio de comunicación de masas porque ellos ‘suponían’, ‘imaginaban’ o ‘elucubraban’ que era verdad. Estos señores, en su omnisciencia, en su infinita sabiduría, decidieron que no era necesario investigar antes de declarar todas esas falsedades sobre mi humanidad. Ellos decidieron que aquello de “Vox populi, vox dei” era verdad, en contra de la experiencia, que nos dice que “Vox populi, vox ignoratia”. ¿Dónde quedó el deber del periodista de buscar la verdad, de verificar la información a ser transmitida? Que yo sepa, ni siquiera han tenido el mínimo decoro de reconocer su error, de admitir que todo lo que dijeron era mentira, a pesar de que el artículo 12 de su código de ética profesional los obliga a esto. Yo me pregunto, ¿Es posible que estos periodistas actúen de este modo de manera sistemática? ¿Será posible que estos señores hagan cualquier tipo de afirmaciones y acusaciones en los medios sin investigar en absoluto? Yo estoy seguro de que no es así. Seguramente estos señores acostumbran verificar la información antes de divulgarla. ¿Y por qué carajo no lo hicieron así en mi caso? Simple: Porque la vaina es conmigo. Porque el ensañamiento siempre ha sido conmigo. Yo traté de explicarle esto al psiquiatra y a los psicoanalistas por años, pero ellos o no me creían o no estaban convencidos. Yo les digo a todos algo: el hecho de que seas paranoico no significa que no te hayan jodido de verdad. Al contrario: significa que te jodieron tanto que ya no puedes confiar en nadie. Por ejemplo: ¿Acaso yo imaginé que estos señores decían todas esas mentiras por la radio?

Con respecto a gremio de los perversos sodomitas, que más se podía esperar de estos seres. Su hipotética ayuda exigía, por supuesto, que yo abrazara su extraño modo de vida. Es como las ayudas sociales que da el gobierno chavista: están condicionadas a que los beneficiarios sean miembros del ‘partido’. Su ayuda es sectaria, excluyente. Era obvio que también iban a actuar de esa manera, a pesar de que la culpa en todo este deplorable asunto viene principalmente de su parte, porque las mentiras descaradas sobre Barquisimeto y demás lindezas vinieron de parte de esas dañinas sabandijas. Existe un miedo intelectual a hablar de los maricones, como si fueran intocables. Basta. A mí me importa un bledo lo que hagan con sus sórdidas, promiscuas y asquerosas vidas, y nada ni nadie tienen el derecho a inmiscuirse en esos oscuros asuntos, pero el hecho de que sean maricones no les da patente de corso para hacer lo que les dé la gana, y mucho menos para contribuir con mentiras a la destrucción de la vida de un hombre que lo único que quiere es un poco de paz. Por esos hechos, dan asco, dan vergüenza. Los irredentos cultores de la sodomía demuestran así que es cierta aquella conseja que dice que esos bichos son manipuladores consumados, tejedores de terribles intrigas contra quienes osen contrariarlos. Un verdadero nido de crótalos, un oscuro hoyo de alacranes de los cuales lo más sano es mantenerse alejado. Me dan escalofríos de solo pensar en cómo será el mundo en que viven inmersos.

Alguna alma benéfica sugerirá que mi juicio es excesivamente severo con estos seres que en el fondo eran bienintencionados. Pero para demostrar la calaña, el verdadero talante moral de esta caterva de canallas, vamos a contarles un cuento. Los señores de la radio, y sus amigos los maricones (ignoro hasta que extensión ambos grupos se yuxtaponen), en el colmo de su arrogancia, de su petulancia de ‘gente importante’, se jactaban de haber hecho en privado apuestas por abultadas sumas de dinero, sobre cuál iba a ser mi comportamiento en reacción a sus transmisiones radiofónicas. Tal como si yo fuera el pulpo Paul o un perro en el canódromo. Y todo esto se sabía, era vox populi en la calle. Varias veces y en distintos lugares escuché a mis espaldas los comentarios acerca de las apuestas que hacían estos señores sobre si yo me iba a comportar de X o Y manera, según ellos tenían previsto. Es decir, estos bufones presumían de ser un ‘Master of puppets’, y demás está decir que en su trasnochada fantasía ellos suponían que yo era el tonto títere que iba a seguir su juego. Y esto es típico, porque el enemigo siempre me ha subestimado, nunca ha calibrado contra quien se enfrenta. Pero lo que me parece grave de todo esto es que estos descarados truhanes consideraban muy divertido, una audaz travesura el hecho de jugar con la vida de una persona inocente de sus trapisondas. La puta que los parió. ¿Es esta la actitud recta, respetuosa y compasiva de alguien que declara que su intención es ayudar? Engañarán a algunos pendejos que se dejan influenciar por sus poses y sus lágrimas de cocodrilo, pero a mí, ni de vaina. Yo creo que los Héroes del Silencio nos pueden iluminar al respecto, cuando nos dicen que “la apariencia no es sincera, nooooooo…” Huelga decir que luego de enterarme del escandaloso asunto de las apuestas, supe que nunca podría haber ningún tipo de negociación con estos miserables hijos de puta. Y parece ser que los señores de la radio insistían hace poco de nuevo en que yo debía reunirme con unos maricones bajo no sé cual excusa, en un sitio donde se reúnen maricones. Doble error, estos imbéciles todavía no entienden un carajo. Yo solo les había pedido ayuda para conseguir trabajo, y por una razón: Porque dado que destruyeron mi vida, yo sentía que de alguna manera ellos tenían el deber de enmendar su crimen. Pero en cuanto a trato personal, no quiero saber absolutamente nada de los hijos de puta de la radio y muchísimo menos de sus amigos los maricones de mierda.

Yo me pregunto: ¿De esto se trataba todo, de ganar una apuesta? ¿Es por eso que se inventaron toda esa mierda y dijeron todas esas falsedades? ¿Es por eso que decidieron mentir de manera sistemática, pulverizar mi vida, violar el código de ética de del periodista venezolano y romper la ley? ¿Todo esto fue para satisfacer su vanidad personal? ¿Puede el lector oler como yo lo huelo, el hedor moral que desprenden las acciones de estos hijos de puta? Estos señores me enferman. Estos señores me provocan nauseas. Estos señores me asquean. Son asquerosas sabandijas de mierda, inmundas ratas de albañal, despreciables cucarachas que deberían ser aplastadas, quemadas sin ningún remordimiento. Esto último me hizo recordar un suceso de la historia. En la Florencia del quattocento, el severo monje Girolamo Savonarola acostumbraba organizar las llamadas ‘Hogueras de las vanidades’, donde los habitantes de la ciudad lanzaban objetos vanos e innecesarios, símbolos de la vacuidad del mundo, en contraposición al reino inmutable y eterno de los cielos. Entre los objetos que eran lanzados a las llamas había tales cosas como vestidos, libros, obras de arte, afeites de belleza o instrumentos musicales. Yo con gusto organizaría una de estas hogueras, pero de ninguna manera lanzaría ninguno de mis libros, discos de música o películas, bienes que yo aprecio mucho: yo lanzaría vivos a las llamas a estos hijos de la gran puta, no porque sean símbolos de la vanidad humana, sino porque ellos mismos son la encarnación del ‘Vanitas mundi’. Y luego, en un acceso de extrema alegría, pondría aquella canción que sonó hace como 15 años:

‘Burn motherfucker, burn, burn …’

Con respecto al resto de los imbéciles de ayer, de hoy y se siempre, sean de Caracas o de La Victoria, o de donde carajo que sean, esos grandes huevones siguen hablando sus huevonadas de siempre. Está en su naturaleza de imbéciles hablar imbecilidades, así como está en la naturaleza de los chacales acosar a su presa, o en la de los perros ladrar. Pero como llegó la indetenible ola de la verdad a mi vida, y nadie puede detenerla, vamos a responderles esta vez.

Hablan de Margarita. Dicen que me escapo misteriosamente a la isla de las perlas. Por supuesto que voy mucho, o mejor dicho, iba mucho a Margarita, porque ahí vive una amiga muy apreciada. Ella es la madre de un antiguo compañero de estudios, de los tiempos cuando cursábamos la carrera de informática en el IUT-RC. A veces me quedaba estudiando en su casa de San Antonio de los Altos, especialmente durante el último y ajetreado año de la carrera. Éramos un grupo compacto de amigos, pero lamentablemente ahora casi todos viven en el exterior. Solo mi compadre Ucho, y yo permanecemos en Venezuela. Carlos vive en Australia desde hace años e hizo su familia por esos lares, pero siempre estamos en contacto. Su madre, Rosaura, es una mujer muy inteligente y estudiada con la cual se puede tener interesantes conversaciones. Además, me gusta mucho el sitio donde vive en Margarita, el cual es muy tranquilo y aislado. La playa de la urbanización es solitaria y puedo irme caminando por la orilla del mar hasta Playa Caribe, tomarme cuatro cervezas en el bar atendido por una francesa espectacular y de ahí seguir mi camino a pie hasta Juan Griego. En la tarde me gusta caminar por los solitarios cardonales de la urbanización, donde solo se escucha el sonido del viento. A veces subo un pequeño cerro que en su cima tiene una ermita y desde el cual puedo ver los famosos atardeceres margariteños. En mi caso personal, hay una ecuación que es infalible: Soledad = Paz = Bienestar. Hay una canción de Evanescence que dice que “anything is better than to be alone”. En mi humilde opinión, y parafrasenado esa cancion, “nothing is better than being alone”.

Hablan de Bogotá. Dicen que hice un viaje misterioso a esa ciudad. Por supuesto que fui a Bogotá, ese fue el único plan que tuve para tratar de escapar del pozo de mierda en que me hundieron los criminales y despreciables hijos de puta de la radio. En esa ciudad me alojé en el apartamento de un ex colega de GIT y alto pana, el Chema. Este es un colega con el cual trabajé durante el último proyecto que dirigí para GIT, en Newmarket, Canadá. Pero luego de ese proyecto, el Chema retomó su línea de trabajo, en proyectos relacionados con telecomunicaciones, y ese camino lo llevó a Bogotá, donde tiene rentado un apartamento que casualmente tiene una habitación vacía. Y este pana tuvo la gentileza de ofrecerme esa pieza mientras me aventuraba a buscar trabajo en esa ciudad. Lamentablemente, el plan no funcionó, entre otras razones, porque me pedían el permiso de trabajo, y para tener el permiso de trabajo, primero necesitaba el trabajo, lo cual me llevaba a un insoluble ‘abrazo del oso’. El Chema no tuvo ese problema porque la transnacional de telecomunicaciones se encargó del traslado de Venezuela a Colombia, incluyendo el permiso de residencia. Uno se pregunta cómo es posible que haya 5 millones de colombianos y 3 millones de personas de otras nacionalidades viviendo sin problemas en este país. Otro factor que me afectó, fue el factor de cambio de Bsf. a pesos. El dinero se me evaporó literalmente, a pesar de que trataba de gastar lo menos posible. El único lujo que me daba era un capuchino diario. Lástima, porque me gustó mucho esa ciudad, la cual no me pareció para nada la ciudad ‘sombría y fría’ que Burroughs describiera en las ‘Cartas del Yague’, y porque además me pareció que en ese lugar podría vivir en paz y tranquilidad. Amén del clima de pujanza económica, prosperidad y apertura que se siente, el cual me recordó a la Venezuela de hace 20 años, antes de que a este país le cayera la plaga del bachaco rojo.

Hablan de Barcelona, España. Dicen que no he estado ahí nunca, o que sí he estado en la ciudad condal, pero en extrañas circunstancias. Como ya había contado alguna vez, en una ocasión visité a la urbe de Gaudí y del glorioso Barcelona FC, durante el tiempo en el cual trabajé en Europa, colaborando en proyectos de implementación de software para compañías de seguros. Pero como los chacales de siempre niegan, tergiversan, cambian, retuercen o enredan de manera sistemática todo lo que yo declare, contemos entonces de nuevo, el cuento. En Octubre del año 1999 fui relevado de mis funciones en el proyecto de PGGM Verzekeringen en Zeist (Holanda) para ser asignado a un nuevo proyecto que comenzaba en la ciudad de Amersfoort. Una consultora holandesa, Pink Roccade había seleccionado nuestro software para un proyecto de consultoría con una gran compañía de seguros de Holanda, una de las cuatro grandes. El proyecto de Roccade era enorme, porque era un outsourcing total: La consultora se encargaría de diseñar el producto de seguros, se encargaría del marketing, y de todas las operaciones comerciales del seguro, tales como emisión de pólizas siniestros, cobranzas, etc. La compañía de seguros solo se encargaría de invertir el dinero en los fondos mutuales asociados a las pólizas de vida, y de cobrar las ganancias. Para hacer esto, la consultora necesitaría un software de gestión de seguros de vida, y ahí entraba la compañía de software para seguros venezolana donde yo trabajaba.

El proyecto para nosotros comenzó a principios de Noviembre del 99, y desde el comienzo el proceso de análisis avanzó muy rápido, ya que la gente de Pink Roccade había hecho un excelente trabajo de levantamiento de información previamente. Así que nuestro análisis diferencial, que consiste en determinar las diferencias entre nuestro software ya hecho y las necesidades del cliente, marchó sobre ruedas. Es de notar que ese año ya teníamos nuestro cuarto cliente seguido en Holanda, y teníamos un equipo que ya estaba bastante fogueado. Con Cesar como líder de proyecto, y con Guillermo (un excelente barquisimetano), Arsenio y yo como analistas, no cometíamos errores, éramos una maquina bien aceitada. Además, estábamos en la cima de nuestra experticia en productos de seguros de vida holandeses y ya teníamos varios años trabajando con la misma versión del software ya adaptado al mercado holandés, versión que por consiguiente era muy estable. En esa época todavía trabajábamos bajo el esquema de Analistas-Programadores, y bien es sabido que cuando un programa es desarrollado por el mismo analista que ha diseñado las aplicaciones, las cosas salen más rápido y mejor.

Sin embargo, era obvio en el cronograma que las actividades a ser realizadas requerían más tiempo que la fecha tope que Pink Roccade deseaba, por lo cual trajimos a un equipo de programadores de Caracas, jóvenes muchachos que en algunos casos no habían estado nunca en Europa. Con un equipo holandés de aproximadamente 15 personas, mas el equipo venezolano de 7 personas, 3 analistas programadores, y 4 programadores comenzamos a atacar masivamente la fase de programación del proyecto en Enero. Es sabido que en muchas ocasiones traer más programadores que deben adaptarse y que desconocen el entorno del desarrollo a veces suele ser contraproducente por aquello de ‘muchas manos en la masa ponen el caldo morado’, pero en nuestro caso no sucedió así. Los programadores adicionales, al igual que el resto del equipo de EASE y de Roccade, hicieron un trabajo excelente y no hubo ningún retraso en el cronograma. Al contrario, la mayoría de las actividades se terminaron antes de lo previsto, lo cual es una verdadera rareza en proyectos de IT. Las cosas corrieron realmente bien, como en un carril, y en Abril del 2000 ya estábamos listos para ir a producción. Creo que ese ha sido el proyecto de implementación de software más impecable en el cual he participado.

Por supuesto que teníamos que trabajar los sábados y a veces los domingos para poder entregar todo en la fecha tope. De vez en cuando nos desquitábamos. Por ejemplo, los días viernes por la tarde, los venezolanos nos encargábamos de vaciar literalmente el barril de cerveza que Roccade ponía disponible para los empleados durante el tradicional ‘Borrel’ semanal, una excelente costumbre holandesa que debería ser implementada por estos lares. Y los fines de semana por la noche por supuesto nos relajábamos bebiendo como cosacos, o mejor dicho, como buenos venezolanos. Y luego los lunes, de nuevo a aplicar todos nuestros esfuerzos en terminar las actividades del proyecto. Y sé que los huevones de la radio, sus amigos los mendaces maricones, y los imbéciles habladores de pendejadas de La Victoria y de Caracas no entienden nada de esto, pero hacer el análisis preliminar, el análisis detallado, la documentación, la programación de nuevas aplicaciones y la programación de cambios a aplicaciones existentes, las interfaces, las pruebas unitarias y las pruebas integrales, el entrenamiento de los usuarios y la puesta a producción de un producto de seguros en un plazo de seis meses, es una hazaña notable. Y esta es la parte que más nos gusta de este trabajo, las semanas de presión antes de entrar a producción, probando, detectando y solucionando errores, y finalmente dejando la aplicación sin macula y operativa al 100%. Pero de nuevo, que saben esos huevones de estas cosas, o como dice el dicho venezolano, ‘que sabe burro e’ chicle’.

En premio al alto desempeño y gran esfuerzo hecho por todo el personal, la compañía Pink Roccade decidió premiar al equipo del proyecto con un viaje a Barcelona, por un fin de semana largo: de Viernes a Domingo. Eso fue a principios de Junio del 2000, y aunque yo ya no estaba en Amersfoort con Pink Roccade porque yo y Cesar habíamos sido asignados a un nuevo proyecto que comenzaba en Ámsterdam, hice el viaje con todo el equipo de EASE y de Pink Roccade a Barcelona. Recuerdo que el día antes del viaje, el jueves en la noche, , salí sólo a un bar de Ámsterdam donde se presentaban en vivo bandas de blues y rock todos los días, porque esa noche iba a tocar una banda de blues local, que entre otras canciones, tocaba covers del gran Stevie Ray Vaughan y que me gustaba mucho. El sitio se llama ‘Bourbon Street’, como la famosa calle de New Orleans y era uno de mis locales favoritos en la ciudad. Yo era absolutamente feliz en ese sitio, parado solo en una esquina del local, tragando toda la cerveza posible y disfrutando de la música:

“Hey, hey, hey, hey, hey mama look at little sis
Out in the backyard....Playin' like this
Hey, hey, hey, hey, hey, hey....Look at little sister
Hey hey hey hey....Look at little sister… “

Nadie me molestaba y yo no molestaba a nadie. Así es como debería ser el mundo. O mejor dicho, así es como YO PIENSO que debería ser el mundo.

El primer día en Barcelona, caminamos por el paseo de Colón, y por los muelles alrededor de la costa. Luego fuimos por las Ramblas hasta llegar a la plaza de Catalunya, y de ahí al llamado ‘Barrio Gótico’. Ese mismo día, el viernes por la noche, fue la cena oficial del evento en un salón del Hotel, donde el jefe de proyecto por parte de Roccade dio uno de esos aburridos pero necesarios discursos donde se agradece a todos por el esfuerzo hecho, etc., etc. Para mi gran decepción, el menú era bistec con papas fritas y ensalada. Coño, pero si estamos en España, donde se come tan rico, pensaba yo, ¿Dónde estaban las tapas españolas? ¿Un corderillo o un lechón asado? Indagué con uno de los compañeros holandeses, y este me comentó que escogieron ese menú conservador para evitar problemas tipo ‘yo no como eso’ o ‘soy alérgico’ con los comensales, que mayoritariamente eran neerlandeses. Luego de comer, y de tomarnos los tragos respectivos del evento, nos fuimos de marcha a las calles barcelonesas, a beber todo lo que fuera bebible. Recuerdo que la borrachera y la posterior resaca de ese día fue especialmente mala, debido a la mala combinación de bebidas: Vino y Cerveza en la cena, y luego vodka y mojito en la rumba de la noche. La vomitada en el baño del hotel fue de pronóstico reservado. Y luego, una mala sorpresa: el agua del grifo era salobre, por lo cual tuve que salir de nuevo a comprar una botella de agua.

El sábado hicimos desde temprano un tour por la ciudad en autopullman y hacia el mediodía visitamos el Camp Nou, templo del futbol mundial, y sede del glorioso Barcelona FC, aunque ya vacío luego de la temporada. Esos eran los años Louis Van Gaal como entrenador del equipo, que se había traído del Ajax de Ámsterdam y otros equipos holandeses una pléyade de brillantes jugadores, entre ellos el gran goleador Patrick Kluivert, por lo cual los neerlandeses seguían con especial interés las noticias del equipo. También esa era la época de ese monstruo del mediocampo, el gran Rivaldo. Recuerdo que mientras caminábamos por las gradas del estadio, entre el grupo de venezolanos notamos con risa que muy arriba, en la última fila de la grada había un tío muy listillo sentado solo, vestido con camiseta merengue y gritando ocasionalmente: ‘Haaalaaaaa Madriiiiizz’. Un guardia de seguridad lo miraba fijamente y comentaba indignado: Hay cada gilipollas… Cesar, el jefe del proyecto por parte de EASE y madridista a muerte, miraba los trofeos ganados por el Barsa con reluctancia y sin impresionarse. Yo, con gran emoción tomé todas las fotos que pude. Es curioso notar que hace apenas 11 años todavía tomábamos fotos con cámaras que usaban film. Por supuesto que durante el tour por Barcelona visitamos Montjuic y la Sagrada Familia, entre otros hitos de la ciudad. Al terminar el tour, nos sentamos en una terraza a tomar unas cervezas para sacudirnos el bochornoso calor mediterráneo de esa época del año e ir entonando el cuerpo hacia la noche que se acercaba.

Luego de la cena y durante la ‘marcha’ de la noche del sábado, yo iba caminando de primero en la fila porque quería tener la ocasión de tomar fotos, y pasando por un estrecho callejón en el llamado ‘Barrio Gótico’, pude detectar a tiempo un maleante que iba a atracarme con un cuchillo, al cual pude evitar corriendo a toda prisa por la callejuela hasta salir a una plaza. El hecho de vivir en una ciudad como Caracas hace que estés alerta las 24 horas del día, aunque andes tomado. Este evento fortuito provocó que me perdiera del grupo por el resto de la noche, ya que dos holandeses que venían detrás de mí, fueron efectivamente atracados, y el resto de los venezolanos los acompañaron a hacer la denuncia, dado su obvio dominio del idioma español. Luego de hora y media esperando en la plaza y dando vueltas alrededor me di cuenta de que estaba solo. Así que tomé la decisión de seguir a los numerosos grupos de personas que caminaban en cierta dirección, y pronto me encontré en una zona de bares y vida nocturna. Sin demora y sin arredrarme por estar solo, lo cual siempre ha sido mi normalidad, comencé a tomarme tragos de bar en bar, al más puro estilo de la marcha española. Quizás estuve bebiendo en 10 bares o algo así. Eso sí: solo tomaba cerveza, para evitar lo sucedido la noche anterior. De regreso, a dos cuadras del hotel, me encontré con un bar de desnudistas, y siguiendo mis costumbres puteriles, inevitablemente terminé adentro. En los ‘batitubos’ del local había naturalmente chicas españolas, y unas chicas que por el acento y la apariencia quizás eran rumanas, polacas o algo así. Una española se me sentó al lado al final de su baile, y ya borracho empecé a meterle mano. Ella me pregunto dónde estaba mi hotel y me sugirió que podríamos resolver el problema que tenía en mis pantalones por una módica suma cuando terminara su turno. Pero decidí portarme bien esa noche, ya que podría encontrarme con alguien de EASE o de Roccade en el lobby del hotel y podría pasar alguna vergüenza. Ah, los dilemas del puterismo irredento.

Del día domingo solo recuerdo haber visitado una de las casas diseñadas por Gaudí, haber comprado souvenirs para la familia en las Ramblas, y luego haber ido directo al aeropuerto con el resto del grupo. Durante el vuelo pude despedirme del mediterráneo justo antes de que el avión doblara hacia el noreste y comenzara a ver las blancas cumbres de los pirineos. Luego del pirineo, una ciudad que se me antojaba que fuera Toulouse. Después el llamado ‘desierto francés’ y Paris. Es curioso, pero las personas que han volado mucho y que sean observadoras pueden atestiguar que se puede determinar sobre qué país vuelas solo con fijarte en ciertos patrones geométricos en la distribución del paisaje rural. Por ejemplo, sabes que las parcelas rurales en Francia tienen formas variadas y más bien redondeadas, y que cuando esas parcelas empiezan a tener formas más cuadradas o trapezoidales estas sobre Bélgica. También sabes que cuando las mismas aéreas rurales tienen un estricto patrón geométrico de largos y numerosos rectángulos, uno al lado de otro y muchas veces separados por canales, estás sobre Holanda. El rígido sustrato calvinista del país de Rembrandt se puede ver desde el aire. Y apenas estas sobre Holanda, el avión comienza el descenso final del viaje. Una de las cosas que me gusta de Schipol, el aeropuerto de Ámsterdam, es que la estación de trenes está exactamente debajo del terminal aéreo. Literalmente sales de la puerta de aduanas y de inmediato bajas en la escalera mecánica a tomar el tren. Fantástico. Y de la estación central de Ámsterdam en metro a casa. En esa época me alojaba en un apartamento en la zona de Amstelveen, pero eso fue solo por 2 meses, luego me mudé hacia el centro de la ciudad.

Pero por supuesto, los cretinos habladores de pendejadas de La Victoria y de Caracas decían que todo esto era mentira mía, no que yo trabajaba en sistemas ni mucho menos me enviaban a trabajar al exterior. Y por decoro y respeto a mi mismo no voy a repetir las lindezas que se decían de mí, pero lo menos que decían estos canallas miserables era que yo era un ‘sinvergüenza’. Pregunten en esa puta ciudad que se llama ‘Caracas’ y en ese pueblo miserable que se llama ‘La Victoria’, para que vean que no miento. Estos imbéciles no pueden creer que uno haya estudiado informática. No pueden creer que uno pueda hablar otro idioma a la perfección. No pueden creer que haya compañías que produzcan software para la industria del seguro que sean exitosas en el exterior (de hecho hay 3 en Venezuela). No pueden creer que a uno lo hayan asignado a varios proyectos de implementación de software en Europa y América. No pueden creer que uno pueda desempeñarse profesionalmente en esos países sin ningún problema. No pueden creer que una compañía consultora te haya pagado el viaje a Barcelona por el fin de semana como premio al equipo de un proyecto por su alto desempeño. Las cosas que para uno son el día a día para estos gusanos mezquinos son mentiras de ciencia ficción, burdas invenciones de un mentiroso, las aventuras del Barón de Munchhausen.

¿Y porque estos señores no pueden creer estas cosas tan normales? Verán, estos cretinos, estos cabezas de chorlito, estos peleles miserables están tan sumergidos en su mundo pequeño y miserable, en su pozo de ignorancia, mediocridad, y mezquindad que no pueden ver ni entender estas cosas. Lo que para uno es la realidad de todos los días, para estos imbéciles es algo de ciencia ficción, una burda mentira. Es por eso que no hay dialogo posible con unos seres cuya primera premisa es que tu les mientes y que se niegan a reconocerte en algo tan básico y tan humano como lo es tu identidad personal. A la mierda con esos perros miserables. Pero de nuevo, hay que hacer notar que la vaina es conmigo y con nadie más. ¿Tuvo alguno de mis colegas y compañeros de trabajo de esos años pasar por esta mierda? Por supuesto que no, y me alegra que sea así, la mierda que a mí me hicieron por tantos años no se la deseo a nadie. Todo el mundo merece respeto y aprecio y eso incluye me incluye a mí, aunque algunos no lo crean. Yo soy gente. Yo merezco respeto. Yo soy valioso. Y ese era el ambicioso objetivo de mi blog, mostrar mi verdadero yo al mundo y borrar para siempre todas las infamias dichas sobre mi persona. Limpiarme de toda la mierda. Y aparentemente estaba teniendo éxito, hasta que llego el sorpresivo y devastador ataque del imperio japonés. Perdón, el ataque fue del imperio de los hijos de puta de la radio. Pero igual ese fue mi Pearl Harbor. Como diría Roosevelt, ese fue mi ‘Día de la infamia’. Con la diferencia de que la marina de de los EEUU se pudo recuperar en año y medio, pero en mi caso no sé cuando voy a recuperarme o si acaso podré recuperarme jamás del gravísimo daño provocado en mi vida por los criminales radiales.

Y aquí estoy, pelando bola, hundido en el pozo de mierda, en medio de la más grave situación de mi vida, todo por cortesía de los hijos de puta de la radio. Y parece ser que uno de esos criminales en un arranque de diabólico humor negro o de cinismo superlativo dijo que yo era un ‘malagradecido’. Destruyeron mi vida. Aniquilaron mi carrera y con eso me quitaron lo poco que tenía en la vida: mi trabajo, mi capacidad para ganar dinero. Ahora dicen que yo soy un malagradecido. Las vainas que hay que escuchar en la vida. Pero una cosa se: no ve verán de rodillas. Si luego de lo que hicieron, pensaron que les iba a jalar bolas están bien equivocados. No pudieron conmigo y jamás podrán conmigo. Y mucho menos podrán quitarme mi identidad personal, lo único que me queda en la vida y bien más preciado, el sancta sanctórum de mi ser. Por eso existo. Por eso lucho. Por eso vivo y por eso voy a seguir luchando: Porque sé que la verdad, la razón y la justicia están de mi parte, hagan lo hagan, piensen lo que piensen y digan lo que digan. Y hablando de la verdad y la justicia, yo emplazo, yo exijo, yo requiero, yo reclamo, yo demando a los señores de la radio que en concordancia con el artículo 12 del código de ética del periodismo venezolano estos señores reconozcan que son totalmente falsas sus afirmaciones sobre mi persona: La burda infamia sobre los maricones de Barquisimeto, el haberme asociado de cualquier manera con maricones, el llamarme mentiroso, sus afirmaciones sobre que no hablo ingles, sobre que no escucho Rock, que no había visitado Londres, sobre que no me gustaba el futbol, sobre el llamarme pedófilo, sobre decir que no quería a la que era mi novia, la mierda sobre los jueves y el resto de las infamias que ya denuncie en mi último escrito. Tengan la mínima decencia de reconocer sus mentiras y falsedades. Si no quisieron ayudarme ese es su peo, pero reconozcan la cagada que pusieron. Reconozcan que hablaron puras huevonadas inventadas sin conocerme en absoluto y sin hablar con nadie que me conociera. Y mucho cuidado si todavía se inventan nuevas infamias, pues esta vez me veré obligado a tomar acciones radicales. Se acabaron los jueguitos y las apuestas conmigo.

Y para cerrar este texto, me voy a robar una frase de André Gide que usa en su columna el periodista Rafael Poleo: ‘Todas las cosas ya han sido dichas, pero como nadie escucha, hay que volverlas a decir’. Quizás esté perdiendo mí tiempo escribiendo estas cosas, porque como bien lo dice un dicho, jamás debes justificarte: tus amigos no lo necesitan, y tus enemigos no te creerán jamás. Pero estoy seguro que este texto al menos sirve para algo: Para descargarme, para hacer catarsis. Para decir cosas como: ‘me cago en los hijos de puta de la radio y en sus amigos los maricones’ o como esta: ‘Váyanse a joder todos al coño de su puta madre’. Ah, no saben lo bien se siente decir lo que piensas.