martes, 29 de diciembre de 2009

Un evento decembrino

“You're a mean one, Mr. Grinch.
You really are a heel.
You're as cuddly as a cactus,
You're as charming as an eel.
Mr. Grinch”

Dr Seuss

Entro al salón y me dirijo inmediatamente al único lugar posible para mí: Al lado del sifón donde se sirve la cerveza. El tamaño de los tragos es generoso, una señal auspiciosa. Una canción repite como un sonsonete la misma frase una y otra vez: ‘María la bollera, María la bollera’. ¿Qué mierda de letras son esas? ¿Por qué no dicen algo mas, como ‘Los bollos están ricos y calienticos’? Estos sujetos necesitan urgente un curso de escritura de liricas con Roger Waters o con Steve Wilson. Apuro la cerveza y pido otra. No podía faltar la otra cancioncita: ‘Amparito, Amparito …’ Por alguna deplorable razón que escapa a mi comprensión, la música producida por los hijos de la tierra del sol amada ha monopolizado el gusto y los usos musicales en las fiestas decembrinas de este país. En cambio yo, independientemente del mes del año en que estemos, prefiero la música producida en tierras menos soleadas, más sombrías. De hecho, el 65% de la música que escucho es producida por los hijos de la no tan pérfida Albión [1]. ¿No habrá una cancioncita de Porcupine Tree o de Jethro Tull en esa rockola? Empino el codo y me acabo la segunda cerveza. Ponen un reggaetón o algo parecido, y sorprendentemente todos se saben la letra y la corean. Parte de la insulsa letra habla de unos fulanos llamados Chino y Nacho. Voy a anotar esos nombres en una panela de hielo como recordatorio, para luego ir a comprar el disco (¡Jo!). Una chica de muy buen ver, vestida con un pantalón blanco y una blusa marrón semi-transparente, se contorsiona en el baile. A ella en realidad si le queda bien bailar el reggaetón o cualquiera de esos deleznables ritmos. Otra chica, también de buen ver y además provista de unas gemelas de dimensiones no despreciables, se lanza a la arena. Sus contorsiones entusiasman a la audiencia, incluyéndome. A continuación comienza la inevitable sección de merengue dominicano. Todos se ven muy felices, todos están muy sonrientes. ¿Quiénes son estas personas? ¿Por qué carajo están tan felices? ¿Por qué? ¿Cuál es su secreto? Quizás el alcohol me ayude a entender. Empujo el resto de la cerveza por mi garganta y pido otra.

No, no, por favor, eso no: Es Olga Tañon al ataque. Esto es demasiado, es realmente intolerable para mí, y me salgo del salón. Luego de orinar, me siento a navegar por Internet para descansar un poco de la agresión sónica. Alguien me ve sentado en la computadora y me increpa, reclamándome que vuelva a la fiesta. Prometo regresar en un rato. Se me acaba la cerveza, y regreso de nuevo al salón. Inevitablemente regreso a mi esquina feliz, el único lugar posible para mí. Pido otra cerveza y me la trago en 30 segundos. Voy a orinar. Luego, pido otra cerveza. Comienza la sección de salsa, y varias parejas se animan a bailar. De pronto, un joven entra en una especie de frenesí incontrolable, y comienza a dar unos brincos y unas vueltas extrañísimos. Parece un derviche de la Anatolia en uno de sus arrebatos místicos. Aunque pensándolo bien, más bien parecía que unos bachacos le estaban picando en los testículos. Desde la esquina opuesta, unas personas me miran fijamente. Se por que lo hacen, y me incomodan sobremanera. En ese momento, hubiera querido ser el hombre invisible. Sin embargo, todo sea por unas cervezas gratis. Empujo el resto de la cerveza y pido otra. Voy a orinar por tercera vez y regreso. La cebada fermentada empieza a subirme a la cabeza, y me entran ideas tales como el patearle el culo al guevon ese de la gorra azul que está parado frente a mí, y estamparlo de la pared de enfrente. Como es lo usual, yo mismo me controlo: Tranquilo, tranquilo, estamos en una fiesta de navidad. Tú sabes, paz y amor y todas esas pendejadas. Desde mi esquina, soy como el Grinch escuchando desde su montaña los villancicos del pueblo. Simplemente, no entiendo, no pertenezco [2]. Sigo escrutando a estas personas: Parece que se tienen mucha confianza, parece que se conocen muy bien. Estas gentes se tienen aprecio mutuo, lo cual es loable, e inclusive se necesitan el uno al otro. ¡Hasta se ponen tristes si nadie los llama al celular en dos semanas! Si pasan seis meses sin una novia o sin tener sexo, se quieren cortar las venas. Son increíblemente débiles. No conocen la disciplina, el temple, la rigurosidad del estoicismo. Si alguna vez yo fui así, las implacables arenas del tiempo se encargaron de borrar el recuerdo, o quizás, como dijo una poetisa cubana, ‘Los perros devoraron mi memoria’. Quizás la verdad sea que he pasado demasiado tiempo viviendo absorto dentro de mi mismo, y me he vuelto un ser semi-salvaje, totalmente inoperante para las relaciones sociales [3].

Luego de orinar, regreso de nuevo, pero esta vez me ubico en otra esquina para probar unos pasapalos. Están buenos, pero le quitan espacio a las cervezas que me todavía me faltan por tomar. En ese momento, noto que aparentemente comenzó la hora de las fotos. Alguien toma fotos frente a mí, y me aparto para no salir. Entonces veo que accidentalmente estoy en el marco de otra foto que están por tomar, y me aparto rápidamente. Como están tomando muchas fotos por esa zona, decido regresar a mi esquina feliz. Alguna vez leí sobre los hombres de una tribu de Borneo que no dejaban que les tomaran fotografías bajo ningún concepto, porque pensaban que de esa manera, les iban a robar las almas. Yo no quiero que se roben ni el más mínimo pedazo de mi alma. Además, no quiero que luego de un tiempo me vean colado en una de sus fotos, y me dediquen alguna de sus conocidas perlas. Aun en ausencia, no quiero que nadie me joda ni me degrade. Ponen otro infame reggaetón (valga la redundancia), que habla de una chica sexy y de un hacha, y todo el mundo canta la canción de marras. La fiesta está en su punto álgido, todos cantan y gritan, en una especie de arrebato colectivo. Supongo que son los efectos del alcohol en sus cabezas, pero de nuevo, nadie ha bebido más que yo, que observo impávido la escena. ¿Quiénes son estas personas? ¿Y por qué carajo se ríen tanto? ¿Por qué? La chica sexy del pantalón blanco inadvertidamente se acerca mientras baila un reggaeton. Veo su espaldita descubierta, y veo las pequitas en su espaldita. Oh, las pequitas, las pequitas. Tengo una debilidad por las pecas. Lástima que la perfidia de esta chica sea comparable a la de Salomé. Esa espaldita inevitable y fatalmente me hace recordar aquella otra espaldita, un poco más pecosita, oriunda de Los Teques, hace unos cinco años. Hubiera dado la vida por besar esa espaldita. ¡Oh, los insondables océanos de la frustración! Empujo el resto de la cerveza y pido otra. A las 4:15 PM, el colega que todos los viernes va a Valencia y me da el aventón hasta La Victoria, me avisa que hora de partir: ‘Vámonos pa’l coño ya, borracho que se despide no quiere irse’. Enhorabuena. De hecho, no necesito despedirme de nadie. Seria una toda una extrañeza dado el estado de las cosas, un verdadero exabrupto. Empujo el resto de la cerveza y salgo a buscar el bolso con la ropa sucia de la semana. He sobrevivido a otra fiesta de fin de año.

Notas:

[1] Me resulta intolerable la noción de que se pueda llamar pérfida a la nación de William Blake y de Keats, de Thomas de Quincey y de Conan Doyle, de Isaac Newton y de Francis Bacon, de Bertrand Russell y de George Orwell, del Duque de Wellington y de Winston Churchill, de Los Beatles y de Led Zeppelin, de Pink Floyd y de Genesis. No hay país en el orbe que yo admire más, y que represente de manera más definitiva el esplendor y la gloria de Occidente. Mucho me temo que la autoría de tan infeliz mote solo nos hable de la propia perfidia de Bonaparte.

[2] Que el lector desprevenido no piense que esta sensación de no pertenencia, de este sentido de la otredad solo me ha ocurrido en ese sitio. Lo mismo me ocurre en una calle de La Victoria, en un bar de Toronto, en un tranvía de la ruta 2 de Rotterdam, en un estadio en Santiago, en un restaurant en Caracas, en el Hauptbanhoff de Berlín, en una playa de Margarita. La única patria que conozco es mi familia. Quizás también me sienta a mis anchas en el parque nacional La Gran Sabana, provisto que no haya molestos turistas a 10 Km. a la redonda.

[3] Leyendo un poemario bilingüe de Rafael Cadenas, salido recientemente al mercado, me he topado con cierto poema. Me he permitido hacer una cita parcial de dicho poema, que quizás venga al caso:

“Yo no era el mismo. Reiterados fracasos me habían herrado en la frente. Olvide el idioma. Me sentía inapto para el amor. La implacable angustia ceñía mi respiración. Mis propensiones fecundas estaban anuladas por intermitentes tormentas de nieve. Me había tornado primitivo, inextricable y perverso como un niño. Conformaba mis actos con ceremonias simples, igual que un salvaje. Era silencioso como un piloto. Y cual traficante, había abolido la confianza. Mis restos se apilaban como los colores entre tornados que nadie podía conjurar. Yo era el guardián de mi propia desgracia.”
Rafael Cadenas, Los Cuadernos del destierro.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Una pesadilla recurrente.






“When I ran the hounds of hell
twist my foot, I nearly fell
I was lucky I was alive
one look back I could have died”
Asia, Soul Survivor.

Me encuentro en medio de un bosque de altas coníferas. La niebla, densa y fría, cubre el bosque. Una luz mortecina se cuela desde las copas de los árboles, ocultas por la espesa bruma. No hay sonidos de pájaros. Solo se siente el leve crujido que producen al mecerse los oscuros troncos cubiertos de musgo. Un extraño sosiego, un silencio beatifico cubre la escena. Me siento en paz y a salvo. Camino solitaria y sosegadamente por un sendero que cruza el bosque. Me gusta este bosque, sé que este es mi bosque. De pronto, escucho el lejano rumor de una jauría que se acerca. Sé que viene por mí. Comienzo a correr, mientras el sonido de las bestias se hace más cercano. Corro, corro, corro, con todas mis fuerzas. Evado árboles y zarzas, cruzo un riachuelo. Con pánico, con miedo, con desesperación, corro, corro. El sonido de las fieras se hace más cercano y apremiante, y doy unos últimos pasos desesperados. Entonces me encuentro de frente con un abismo: terrible, oscuro, sin fondo. Me doy la vuelta, y veo a las bestias gruñendo a unos metros de mí, acercándose lenta y amenazadoramente, prestas a despedazarme. No puedo decir si son lobos, hienas o algún tipo de perros infernales, suelen tener los sueños esas imprecisiones. Puedo detallar a las bestias, veo sus encías ensangrentadas, el nácar de sus largos colmillos, el hilillo de saliva que cae de la boca. Y los ojos, ¡Oh Dios!, ¡Esos ojos!, ¡Esos ojos! Decido que las fieras no me atraparán, y me lanzo al vacío. Me despierto con el pulso acelerado, agitado por el vértigo de la caída.

Con el tiempo y la recurrencia, aprendo que una situación tan desesperada no es verosímil y entonces razono, comprendo que estoy en un sueño. Suelen los sueños presentarse como una película o una obra de teatro en la cual somos meros espectadores, pero al momento de cobrar conciencia de que estamos en un sueño, pasamos a ser el autor del guión y el director de la película. Cobramos conciencia de que podemos ser Dios. Con la omnipotencia recién adquirida, materializo una temible ametralladora Gatling de 7 cañones. Con alivio y alegría, abro un fuego devastador y despedazo a las bestias: Taratatatatatatatatatatatatatatatatatatatatatattatatatatattatatatatatatatattatatatatatatatatatatatatatatattatatatatatattatatatatattatatatatatattatatatatatatatatatatatatatatattatatatatatatatatatatatattatatatatattatatatatatatatatatatatatatatatatattatatatatattatatatatattatatatattatatatatattatatatatattatatattatatatatatatattatatattatatatattatatta. Taratatatatatatatatatatatatatatatatatatatata. Taratatatatatatatatatatatatatatatata. Taratatatata.
Me recreo en la grotesca representación de las bestias abatidas: La sangre cubre como un fino rocío el pasto. Aquí, una fiera partida por la mitad, con las vísceras expuestas. Más allá, una bestia con la boca bestialmente abierta y la púrpura lengua colgándole, retorcida. Un poco más adelante, hay unos pedazos irreconocibles de carne, huesos, dientes y pelos. De un cráneo abierto sale humo. Las patas de una de las bestias todavía producen movimientos espasmódicos, los últimos estertores de la muerte. Un solitario colmillo brilla cerca de mis pies. Una gota de sangre cuelga de la punta de una hoja de helecho. Me despierto en la mañana con un leve recuerdo del sueño. Con el paso del tiempo, esta masacre se hace rutinaria. Últimamente las fieras no se presentan mucho en mis sueños, supongo que se cansaron de ser destruidas. Hasta en los sueños soy un hueso imposible de roer.


PD. Es Navidad, tiempo de Paz, Amor y todas esas pendejadas. A mi familia, a los pocos amigos, y los que me comprendan, crean en mi sinceridad y sepan que la verdad, la razón y la justicia me asisten, les deseo:

Una feliz Navidad, y todos los mejores deseos para el 2010. Que su
comprensión y buena voluntad les sea devuelta en mil bendiciones
para ustedes y sus familias.

Para todos los demás:

Feliz Navidad, y vayan a joder a su puta madre en el 2010.
Que toda su mierda se les devuelva, y que mil desgracias se
abatan sobre sus putas, mezquinas y miserables vidas.

lunes, 14 de diciembre de 2009

Malos y Malditos

Voy caminando por la calle, y una vieja murmura que yo soy un monstruo muy malo y muy feo o algo así. Solo le falto persignarse y decir ‘Ave María purísima’. La viejita me produjo mucha risa. Sin embargo, recordé al respecto algo que dijo Savater en un librito muy simpático sobre los villanos de la literatura, llamado ‘Malos y Malditos’. Me he permitido hacer unas citas de ese libro, y así mismo, transcribir un dialogo de un notable film, ‘V for Vendetta’. Además, he transcrito mi canción favorita de la banda de rock española 'Barón Rojo': Hijos de Cain.

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“El titulo de este libro dice: Malos y Malditos. Son dos formas de resultar culpable bastante diferentes. Los verdaderos malos son así porque quieren: podrían ser buenos, pero prefieren fastidiar al prójimo, abusar de los débiles y apoderarse de lo que les gusta sin respetar a nadie. De estos malos de verdad creo que hay bastantes menos de lo que suele creerse. Los malditos, en cambio, abundan mucho más. Llamo malditos a los que quisieran ser buenos pero acaban haciendo pupa porque los demás no les ayudan, les rechazan o no les entienden. Los malos auténticos se hacen solos; pero a los malditos les hacemos malos entre todos. Los malditos se apartan de los hombres, porque los hombres les han hecho demasiado daño.”

“Antes de llamar ‘Malo’ a otro, tenemos que comprender sus circunstancias. ¿Acaso tenemos derecho a exigir que alguien sea bueno cuando no se le respeta ni se le quiere, cuando todos le huyen o le persiguen, cuando nadie intenta remediar su desamparo? Nadie puede portarse humanamente si no le tratamos con humanidad: cualquiera al que los demás apartan como si fuera un monstruo terminará siendo un auténtico monstruo, de veras. ”

--------------------Fernando Savater, ‘Malos y Malditos’.

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V: What was done to me, created me. It’s a basic principle of the universe …that every action will create an equal and opposing reaction.

Evey: It that how you see it? Like an equation?

V: What was done to me was monstrous.

Evey: And they created a monster.

-----------------------Dialogo del film “V for Vendetta”.

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HIJOS DE CAIN (BARON ROJO)

La Biblia cuenta una historia,
Que un dios terrible dictó.
El drama de dos hermanos,
El justo y el traidor.
Abel mezquino y cobarde,
El siervo de su señor.
Caín que no entró en el juego,
Y que se reveló.
Te maldigo truena la voz de su juez.
Padre nuestro que nos privó del Edén.

Caín rompió con un gesto,
Su yugo de esclavitud.
Huyó del ojo implacable,
Llevó su propia cruz.
Perseguido, por quebrantar una ley,
Que no entiende y que no cuenta con él.

Sufrirás, morirás, esta es su voluntad,
Pero aún hay aquí, ¡¡¡Hijos de Caín!!!

La estirpe del fugitivo,
Creció y se multiplicó.
El signo que los margina,
Ya nunca se borró.
Te maldigo, claman los hijos de Abel,
A la diestra de su señor el poder.

Sufrirás, morirás, esta es su voluntad,
Pero aún hay aquí, ¡¡¡Hijos de Caín!!!

Quizá los hombres seamos,
A un tiempo Abel y Caín.
Quizá algún día destruya,
Lo oscuro que hay en mí.
El destino no está marcado al nacer.
Yo he elegido ser lo que siempre seré:
¡¡¡Hijo de Caín!!!

¡¡¡Hijos de Caín!!!
¡¡¡Hijos de Caín!!!
¡¡¡Hijos de Caín!!!
¡¡¡Hijos de Caín!!!

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Náusea.

El enemigo tiene ya dos días excitado, alborotado por alguna razón en dos frentes distintos. No he podido averiguar a ciencia cierta de que se trata, pero por un comentario escuchado por ahí, tengo una vaga idea. Veamos: se trata no sólo de difamarme a mí, sino que es menester difamar a los pocos amigos que tengo, por el único delito de tener trato con mi persona. Es preciso aplastarme, como sea, por lo que sea. No importa que se violen todos los elementales principios de la ética y la decencia, no importa que se tengan que usar los métodos más viles, no importa que se inventen las mentiras más abyectas, lo importante es triturarme. Su saña criminal es inexplicable para mí, escapa a mi comprensión. Sin embargo, no me sorprenden para nada, ya he visto y oído demasiada mierda. Conozco bien a los seres de su miserable calaña, conozco demasiado bien el insoportable hedor que emana de las infectas cloacas donde reptan. No les tengo miedo a ellos, ni a su mierda, ni a sus mentiras. El único sentimiento que me producen es una profunda y vasta náusea. Hay un principio básico del universo que ellos representan a la perfección: De la mierda solo puede salir mierda. Era imposible, inverosímil esperar que produjeran rosas. Por favor. Desde cuándo la rana echa pelos. A estas gentes las reto a que sean más creativas e inventen más y mejores mentiras. Vamos, sorpréndanme alcanzando nuevas cotas de bajeza y abyección.

Resistiré (Barón Rojo)

Criminales disfrazados,
seres sin razón ni piedad
No hay palabras en el mundo
que definan vuestra maldad.

Por dinero asesináis.
por placer aniquiláis.
Por podernos destruir.
Suciamente mentís.

Aunque siempre vigiléis
y mis datos proceséis.
No es tan fácil hacerme callar.

Resistiré.
Resistiré hasta el fin.
Resistiré.
Resistiré hasta el fin.

Ordenáis a los profetas
que hablen de la guerra mundial.
Lleváis siglos maquinando
el final de la humanidad.

Y queréis hacer creer
que os importa nuestro bien.
Pero culta en el disfraz
hay un arma mortal.

Nos Habláis de sumisión.
Nos pedís resignación.
Pero no me dejaré engañar.

Resistiré.
Resistiré hasta el fin.
Resistiré.
Resistiré hasta el fin.

Yo maldigo vuestro crimen.
Sé que lo tendréis que pagar.
Y no os servirá el dinero
para remedir tanto mal.

Contra vuestra coacción.
Surgirá la reacción,
La sangrienta cuenta atrás
se tendrá que pagar.

Por dinero asesináis.
por placer aniquiláis.
Por podernos destruir.
Suciamente mentís.

Aunque siempre vigiléis
y mis datos proceséis.
No es tan fácil hacerme callar.

Resistiré.
Resistiré hasta el fin.
Resistiré.
Resistiré hasta el fin.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Reacciones y contra-reacciones.




“Se que siempre he sido así,
y no tengo remedio,
ni lo quiero tener”

Héroes del Silencio, La Carta.

I
He escuchado decir a más de uno por ahí, ‘Ya no lo quieren’. Siempre lo dicen en plural, como si se refirieran a un grupo de personas en específico. Yo me pregunto, ¿quienes son estas buenas gentes que ya no me quieren? Deben ser las mismas que si me querían antes, y de tanto cariño que me tenían, me lanzaron miles y miles de toneladas métricas de mierda y me volvieron pulpa. Eso era puro amor. Amor en camionadas. Montañas de amor. Pero como ya no me quieren, eso quiere decir que ahora no me lanzarán más mierda, su mierda de amor. ¡Albricias, ya no me quieren! ¡El Dios de Israel ha escuchado el clamor de un hombre sincero y justo! Este podría ser el día más feliz de mi vida, pues como dice el saber popular, hay amores que matan.

II
También oí decir a una mujer en la urbanización de El Consejo que yo era ‘Un demonio’. Un momento ahí, mi querida señora. Entiéndese como un demonio, a un espíritu o un ser sobrenatural que puede influir negativamente en la conducta humana. Nada más lejos de mi espíritu que intentar influir negativamente en nadie. Yo quiero influir positivamente en la conducta (in)humana, para que ciertos demonios (in)humanos reflexionen sobre sus conductas reprobables y su incivilidad. Lo que pasa es que con mi vehemencia, mi pasión, mi exaltación, quizás cometa algunos excesos, excesos que son excusables dada la naturaleza demoníaca de quienes deben recibir el mensaje. No puedes comunicarte con una bestia usando el pétalo de una rosa, necesitas de un látigo y una silla al menos. Muy al contrario a la naturaleza diabólica que me atribuye esta despistada señora, yo soy la ira, el puño de Dios, ‘Der zorn gottes’ pues, como diría Werner Herzog.

III
Al entrar al edificio donde vivo en Caracas, me encuentro con tres guevones caminando de frente hacia mí. Noto que me miran de cierta manera en particular, como si me conocieran. Cuando ya están a mis espaldas, uno de ellos comenta:

-¡Que bolas tiene ese carajo!, ¿viste lo que escribió?

Aleluya, me hicieron el día. Ahora saben lo que pienso. Por cierto, es verdad que tengo bolas en escribir ciertas barbaridades, pero más bolas tienen quienes piensan que no tengo derecho a expresar mi justa ira, mi justa indignación, mi justa furia. “Be angry. It's good to be angry, it's healthy” dijo la norteamericana Maya Angelou luego de los atentados del 11 de Septiembre. Así mismo, me permito citar lo que dijo Oriana Fallaci en su último escrito: “Lo que tenía que decir, lo dije. Me lo han ordenado la rabia y el orgullo. La conciencia limpia y la edad me lo han permitido”.

IV
Debo entrar por una puerta X, y noto que hay una señora, mal encarada y fumona, por cierto, sosteniendo la puerta para que permaneciera abierta. Al verme pasar, hace un gesto de desagrado y voltea la cara. ¡Hosanna en el cielo! Ahora nos entendemos. La repulsión es mutua, más no simétrica. Hay algunos seres por ahí, que me resultan tan despreciables, cuya presencia es tan profundamente repulsiva para mí, que el solo hecho de su cercanía o el hecho de escuchar su voz o sus risas me produce naúseas, eso sin contar la acidez, gastritis, colitis y diarreas. Literalmente, me enferman. Es por eso que ahora como solo, en un restaurantito por ahí. Santo remedio. Se acabaron los problemas gastrointestinales y ahora evacúo con la precisión de un reloj suizo todas las noches a las 8:00 PM. Ojos que no ven, corazón (y tripas) que no sienten, dicen.

V
Una chica comenta en voz baja: ‘Nadie sabe lo que quiere’. Luego de haber explicado tan claramente lo que quiero, hay que ser verdaderamente imbécil para hacer tal aseveración. Lo único que yo pido en la vida es que me dejen en paz, tranquilo. Basta de mierda contra mi persona. Basta de infamias, de mentiras. Basta, Basta, Basta. YA BASTA. Adicionalmente, me gustaría tener una cabaña en una locación muy remota, lejos de la mal llamada ‘Civilización’. La verdad sea dicha, ya he visto demasiada vileza. Ya no creo en esas ilusiones juveniles sobre la bondad de la humanidad, la hermandad de los hombres, el sentido de comunidad y demás babiecadas y castillos de arena. Yo quería creer en esos valores, pero los hechos me convencieron con contundencia de la necesidad de olvidarlos para siempre. Ahora creo en la docta conclusión a la que con razón llegó el historiador francés René Grousset: “Después de Dachau, después de Buchenbald, después de Auschwitz, -yo añadiría de Hiroshima y de Vietnam-, no tenemos ya derecho de abrigar ilusión alguna sobre la fiera que duerme en el hombre”.

VI
Otro mas por ahí dijo en voz alta: ‘Ese carajo está loco’. Puede haber un germen de verdad en esa aseveración, y eso lo atestiguan los 300 mg de Seroquel y los 50 mg de Sertralina que debo tomar diariamente. Sin embargo, soy más lúcido, más autoconsciente, más coherente, más perspicaz, más civil, más respetuoso, mas controlado, más decente que ese fantoche. No solo la verdad, la razón y la justicia me acompañan: También tengo superioridad moral, espiritual e intelectual sobre los de su calaña. Conozco bien a esos monos aulladores: solo son capaces de producir mucho ruido y pocas nueces. Incapaces de hilvanar un discurso lúcido y coherente, se limitan a balbucear las dos o tres palabrejas con que me califican, o a repetir como una letanía su festival de ignorancia, de estupideces y de lugares comunes. Perros famélicos ladrando en la medianoche. En esos casos, lo mejor es cerrar la ventana para que no entre el molesto ruido, y seguir durmiendo en paz.

VII
Pero quizás lo más increíble y al mismo tiempo lo más ofensivo que he escuchado por ahí, es que todavía digan que yo miento o que existen razones ocultas por las cuales he escrito lo que he escrito. Realmente increíble, insólito. Luego de desnudarme a campo abierto, luego del acto público de auto-desollamiento en el cual me he despojado de mi piel y le he mostrado mi carne y mis huesos al mundo, todavía dicen que miento. A mí, que soy transparente como el aire. En el hombre en búsqueda del sentido, Viktor Frankl decía que cuando los guardias de Auschwitz golpeaban a los prisioneros sin razón alguna, el sentido de la injusticia les afectaba más que el dolor causado por golpe en sí. Doy fe de que esto es verídico. El sentido de la injusticia me indigna más que la mentira en sí. Para qué responder a estas gentes, ¿Acaso le responderíais los rebuznos a un asno?, le preguntó el buen Sócrates a un alumno. A estas gentes las conmino a que pacíficamente pasen de largo y salgan por la puerta que está en el fondo, a la derecha, que es la puerta por donde saco la mierda y la basura. Salgan en fila y ordenados, como lo que son: Asnos acarreando cestas de mierda. Muchas gracias, la gerencia.

Malas Intenciones (Héroes del silencio).
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No me importa lo que pienses
sin duda no me entero ya.
tus costumbres se me pierden
entre arrumacos y amabilidad.
ahora sé que no comprendes,
no tenemos nada en común.
si supiera al menos lo que quieres,
no me obligues a cambiar mi actitud.

no quisiera utilizar
tus intenciones,
y, quisiera no pensar
más de un segundo en ti.

me comentan lo que haces,
uno a uno me hablan mal de ti.
nadie quiere hacer ya las paces,
no podría continuar así.
y ahora sé que no comprendes,
no tenemos nada en común.
si supiera al menos lo que quieres,
no me obligues a cambiar mi actitud.

no quisiera utilizar
tus intenciones,
y, quisiera no pensar
más de un segundo en ti.

no quisiera utilizar
tus intenciones,
y, quisiera no pensar
más de un segundo en ti,
más de un segundo en ti,
más de un segundo en ti ...