viernes, 20 de marzo de 2009

Incursión y escape de un mundo hostil y desconocido.

La semana pasada extravié la cedula de identidad, por lo cual tuve que pasar por el penoso calvario del papeleo para conseguir una nueva. Con resignación me enteré de que el ‘Operativo’ móvil para la cedulación se estaba realizando en la redoma de Petare, centro neurálgico de la marginalidad de Caracas. Había que preparar el espíritu para una excursión a esas oscuras, salvajes y desconocidas regiones del mundo. Al salir de la estación del mero de Petare, te das cuenta que no es solo un lugar distinto físicamente, también es una región distinta y desconocida del espíritu humano. Solo faltaba aquel famoso letrero del infierno de Dante: ‘Abandonad toda esperanza, oh aquellos que entráis aquí’.
Describir con detalle la fealdad, suciedad y hacinamiento del lugar no viene a cuento, y en todo caso hacerlo seria una repetición de lo que hace unos meses vi en el centro de Los Teques y luego describí minuciosamente en una entrada de mi Blog llamada ‘El país de los mil tararantines’. Pero es necesario describir al menos los detalles mas cercanos y chocantes de esa experiencia, para luego poder explicar las razones de mi reacción.
Al llegar a la redoma de Petare, debí colocarme al final de la fila de los que esperaban cedularse, la cual estaba al lado de un promontorio de basura del cual salía un liquido oscuro, viscoso y de bestial hedor. Estar parado encima de unas cebollas podridas era lo de menos, ante lo penetrante del hedor proveniente de esta cosa viscosa que solo podría comparar con la corrosiva saliva de ‘Alien’, el octavo pasajero. Las moscas bailaban al infernal ritmo de 100 regetones que sonaban alrededor del sitio. Además del molesto ruido del trafico y del regeton, un perro flaco, sucio y particularmente desgarbado ladraba a los que estábamos en la larga fila, como queriendo decirnos ‘La piazza e mia’, ‘La piazza e mia’. Dado que estábamos en una fila de espera, no había escapatoria de esa pequeña sucursal del infierno.
Ante la evidencia de un paisaje desolado y desolador, y la agresión a los sentidos que todo esto presenta, solo nos quedaba una opción: Ajustar bien los audífonos del Ipod, poner el ‘Lado oscuro de la luna’ de Pink Floyd, subir el volumen, y abrir tu libro de Ramos-Sucre. Se trata de la huida hacia el interior, de escoger el exilio interno hacia regiones del espíritu que nadie va a alcanzar. Refugiarte en tu castillo inexpugnable, tu fortaleza interna donde estas a salvo y todo esta bajo control. Imaginar que no estoy en ese sucio y desagradable sitio, sino en un Starbucks Cofee en Queen Sreet, Toronto. De esta manera las cinco horas de la cola pasan volando, y esta breve incursión a los infiernos pasa sin complicaciones. Agradecemos a Steve Jobs, su Ipod de 80 Gigas, a Pink Floyd, Camel, Yes y su música, y a los textos oscuros y góticos del genio atormentado de Cumana:

“La vista de los suplicios infernales, se fijó profundamente
en mis sentidos y me siguió de día y de noche, hundiéndome
en la desesperación. Encontré mi salud cegando voluntariamente.
He abolido mis ojos y estoy libre y consolado”.

José Antonio Ramos Sucre.