martes, 19 de enero de 2010
Un sueño perturbador.
“Si un hombre atravesara el paraíso en un sueño
y le dieran una flor como prueba de que había
estado ahí, y si al despertar encontrara esa flor
en su mano… ¿entonces qué?"
Samuel Taylor Coleridge.
Corría el año 93 y yo vivía en una habitación alquilada en Colinas de Bello Monte. El acceso a la habitación era a través de la cocina del apartamento. La pequeña habitación de servicio tenía su propio baño. Era un día viernes, y acababa de finalizar el curso de inglés del centro venezolano americano. Había obtenido las mejores calificaciones de la promoción, y me encontraba eufórico, todavía era capaz de abrigar esas pueriles emociones. Ese día, luego de la ultima clase, nos fuimos a tomar unas cervezas en un barcito donde ponían música rock, el cual estaba ubicado en la planta baja del centro comercial CADA, justo al frente del CVA. Para presumir de nuestra nueva condición oficial de bilingües, conversamos en inglés. En ese tiempo los estragos del tiempo y de mi largo y sedentario paso por Europa y Norteamérica no habían hecho mella en mi humanidad, y era delgado como una vara. Tenía una habilidad prodigiosa para ingerir grandes cantidades de cerveza, y me gustaba poner en práctica esa destreza. Al finalizar la celebración de fin de curso y luego de 18 cervezas, alguno de los compañeros de curso, el cual tenía automóvil, me llevó hasta mi residencia, dado mi manifiesto estado de intoxicación etílica. Dando tumbos subí por las escalinatas. Recuerdo que al entrar en el apartamento, pude notar que la luz de la luna entraba por las ventanas que daban al este, y esa luz plateada daba una apariencia fantasmagórica a la escena. Era luna llena, noche de brujas y espectros. Pasé por la cocina iluminada por la luz de la luna, y me dirigí hacia mi cuarto. Recuerdo que ese día vestía una chaqueta de cuero negro, una franela oscura y un jean, atuendo que usualmente vestía los viernes, que eran los días de vestir informal en las compañías de seguros. Al entrar en la habitación noté con gran sorpresa que cama inferior de la litera donde dormía, estaba ocupada por alguien. ¿Cómo pudo pasar esto? ¿Acaso le avisé a alguien que me iría a mi pueblo? A veces, los fines de semana, el nieto de los dueños del apartamento dormía en mi cama. Pero ellos sabían que en esos tiempos viajaba a La Victoria los sábados en la mañana, dado que salía del curso de inglés los todos los días a las 9:00 PM. ¿Quién demonios estaba durmiendo en mi cama? Sin prender la luz, y ayudado por la luz de la luna, me acerco para ver bien a la persona que esta durmiendo. Con horror descubro que el durmiente soy yo mismo. Al hacer esa pesadillesca constatación, me alejo rápidamente con un movimiento brusco instintivo, y me golpeo la parte de atrás de la cabeza con el armazón de la cama de arriba, la cual no tenía colchón. Noto que yo, el durmiente, sintió (o sentí) el ruido del golpe desde su sueño, y se movió (o me moví) un poco.
La situación no era nada agradable ni mucho menos verosímil, por lo cual llegué a la conclusión de que debía estar en un sueño. Salgo a la cocina para comprobar esa teoría. Escruto la cocina con detenimiento para constatar visos de irrealidad: Veo como la sombra que proyecta mi cuerpo serpentea por la mesa, una silla y la nevera. Una sombra. Los sueños no suelen tener esa perfección hiperrealista. Veo que la nevera General Electric esta en su esquina. Diagonal a la nevera, un mesón. Al lado del mesón, el lavaplatos, al lado del lavaplatos, la blanca cocina. Encima del lavaplatos, colgaban los utensilios: Batidor, rallador, la paleta de madera. Al lado del los utensilios, los pocillos de porcelana blanca y arabescos azules relucían contra la luz de la luna. La mesita con su mantel de cuadros y las cuatro sillas verdes completaban el cuadro. Todo muy exacto y en su sitio como para ser un sueño, debería haber visto al menos una taza gigante de color morado, o quizás la cocina debería haberse parecido a la de mi tía Irma en Maracaibo. Entro de nuevo a mi cuarto, y escruto mis pertenencias: El grueso tomo verde de las obras completas de Borges, la metamorfosis de Kafka, Siddharta, El lobo estepario, El Profeta y el Jardín del profeta, unos cuentos de Poe, un libro sobre piratas y corsarios, un librito de Omar Kayyan, Maus, la novela grafica de Art Spiegelman. Al lado, mi pequeño reproductor de CDs Sony, el cual compré con mi segundo sueldo luego de graduarme (el primero fue para las putas). Luego chequeo la que en ese entonces era mi incipiente colección de discos: Rattle and Hum, The Joshua Tree y Achtung Baby de U2, Desintegration de The Cure, Seconds Out, Foxtrot y Nursery crime de Genesis, Drama de Yes, Misplaced Childhood de Marillion, Los grandes éxitos de Journey y Police, La Ciudad de la furia de Soda Estereo, El espíritu del vino de los Héroes del Silencio. Y por supuesto, la joya de la corona, la edición especial de los 20 años del lado oscuro de la luna (maldigo al ser rastrero que me lo robó años después). Todo en su sitio. Luego reviso las camisas: la blanca, la azul, la gris, la de rayas azules, la chaqueta gris y la de cuadros, el traje marrón, el verde y el azul. En un gancho, las corbatas, incluyendo la infame corbata anaranjada que me habían regalado en un deplorable intercambio de regalos del trabajo. Todo exactamente en su sitio, nada que hiciera sospechar de que en realidad se tratase de un sueño con sus usuales distorsiones e inexactitudes. La vista del yo durmiente y la segura sensación de realidad me produjeron un escalofrío que me subió por la espalda y me erizó los vellos. ¿Que carajo era esto? A pesar de las evidencias en contra, debí asumir que todavía estaba en un sueño. Me acerqué de nuevo a ver el durmiente: Estaba durmiendo en posición fetal, usando una franela y un short grises, atuendo que generalmente usaba para dormir. Me impresiona verme a mi mismo desde mi espalda. Jamás me había visto a mi mismo desde ese ángulo, los barberos no suelen tener un espejo tan grande. El durmiente duerme placida y profundamente, su respiración es pausada. Todo escalofriantemente real. Trato de tocar al yo durmiente para verificar su realidad, y en ese momento el (o yo) se despierta (o me despierto), y presa del pánico, se pone (o me pongo) de pie, y se mueve (o me muevo) hacia la pared del fondo.
Trato de aprehender la situación con calma: Tengo frente a mí, a un sujeto exactamente igual a mí, solo que vestido para dormir, en evidente estado de pánico, dada su expresión facial. Vuelvo a dar un vistazo al cuarto, y todo es muy, muy real. El otro yo, demudado por el miedo, me mira estupefacto sin decir nada. Yo tampoco hablo, ¿que demonios iba a decir? Me miro a mismo para comprobar de nuevo la veracidad de la situación, y estoy vestido con la chaqueta de cuero negro, franela azul y un jean, lo cual es correcto. ¿Que clase de sueño es este? Quiero despertarme de inmediato, y trato de inducir de manera autoconsciente el término del sueño, pero eso no sucede. Entonces trato de acercarme al otro yo y tocarlo, para ver si es un ser físico, o es sólo un incorpóreo espectro, pero el otro yo se aleja hacia el baño, presa del miedo. Es realmente impresionante verte a ti mismo con miedo, ver tu propio rostro en estado de pánico. En ese momento razono algo: sea esto un sueño, o sea una bizarra realidad, una improbable manifestación del fenómeno del doppelganger o de los viajes astrales o lo que sea, la verdad es que estos dos yo, el vestido de gris para dormir, y el de la chaqueta negra, somos uno solo y el mismo, por lo cual deberíamos fusionarnos. Cierro los ojos, y me concentro en esa idea. Siento una especie de trance, una suerte de viaje astral a través de un tubo de luz, y sé entonces que los dos yo se han integrado de nuevo. Me despierto sobresaltado, y noto que estoy en posición fetal, y que no me he cambiado de ropa: Estaba durmiendo usando la chaqueta negra de cuero y el pantalón de jeans y además tenía los zapatos puestos. Me cambio de ropa, y rápidamente concilio el sueño. El día siguiente, al despertar, recuerdo el extraño y perturbador sueño, y también recuerdo haberme despertado en la medianoche y haberme cambiado de ropa. Solo hay un detalle extraño, una pequeña grieta de irrealidad: Tengo un doloroso chichón en la parte de atrás de la cabeza. El yo de la chaqueta negra y el jean tuvo un sueño con el yo de la ropa gris, o el yo de la ropa gris soñó un sueño en cual vestía chaqueta negra? ¿Acaso soñé que soñaba un sueño y que luego me despertaba, antes de despertarme por segunda vez? ¿Y en que momento me habría dado el golpe en la cabeza? ¿Quizás todo haya sido un sueño? ¿Quizás los budistas tengan razón y todo es una ilusión, un largo sueño? ¿Acaso sueño que escribo esto? Y ustedes, ¿sueñan que lo leen?
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La vida es un sueño
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.
Pedro Calderón de la Barca.
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PD: El lunes en la noche recordé un incidente que ocurrió una semana después de haber tenido la pesadilla descrita. Al arribar a la residencia donde vivía, me encuentro en la entrada de la cocina con el niño que usualmente dormía en mi cama los fines de semana. Al verme, el niño salió corriendo despavorido. Luego regresó a mi cuarto y tuvimos este dialogo:
-Hola Gustavo
-Hola, Eduardo, ¿como estas?
-Tú me asustaste.
-¿Cómo es eso?
-Es que yo te vi durmiendo en tu cama.
-¿Cuándo me viste durmiendo?
-Antes de que llegaras, yo entre a tu cuarto y te vi durmiendo.
-Eso no es posible, yo no estaba en el apartamento.
-Si, yo te vi durmiendo. Después llegaste y me asusté.