Debo agradecer esta noche a las termitas una revelación inesperada. La semana pasada, descubrí con gran azoro que estos destructivos insectos estaban atacando las cajas que contenían mis libros, los cuales había empacado cuidadosamente durante el pasado mes de Diciembre, al huir de Caracas, ciudad particularmente hostil, la cual me trituró sin misericordia. Aparte de unas lamentables perdidas como un libro sobre las montañas sagradas del mundo, un poemario de Cesar Vallejo o una infame historia de la tortura, las bajas no fueron catastróficas. El lado positivo es que ahora tengo casi todos los libros ordenados en sus bibliotecas como medida preventiva, (al menos por ahora), por lo cual mis horizontes de lectura se amplían de nuevo en esta época particularmente oscura, en la cual por razones tácticas debo limitar la adquisición de nuevos bienes, incluyendo libros y Cd’s de música.
Confieso que en algunas ocasiones, pensamientos lúgubres sobre la futilidad de todo me asaltan en la alta noche, especialmente en esos días en que he tenido la desdicha de tener que relacionarme, escuchar o ver seres, sitios o cosas intolerables para mí, eventos que funcionan como una suerte de ‘efecto avalancha’ mental, que remueve memorias lacerantes que prefiero no recordar. Hoy fue uno de esos días, y mientras en la madrugada estaba leyendo un poemario de aquel iluminado hijo de Manhattan, Walt Whitman, que esta semana había sido rescatado de las penumbras de una caja, me llegó este fogonazo de su lucidez, este rayo en la oscuridad de la noche:
¡OH, MI YO! ¡OH, VIDA!
¡Oh, mi Yo!, ¡Oh, Vida!, de sus preguntas que vuelven,
Del desfile interminable de desleales, de las
ciudades llenas de necios,
De mi mismo que me reprocho siempre (pues, ¿quien es
más necio que yo, ni más desleal?),
De los ojos que en vano ansían la luz, de los objetos
despreciables, de la lucha siempre renovada,
De los malos resultados de todo, de las multitudes
afanosas y sórdidas que me rodean,
De los años vacíos e inútiles de los demás, yo
entrelazado con los demás,
La pregunta ¡oh, mi yo! La pregunta triste que
vuelve - ¿que de bueno hay en medio de estas
cosas, oh, mi yo, oh, vida?
Respuesta
Que estas aquí – que existen la vida y la identidad,
Que prosigue el poderoso drama, y que puedes
contribuir con un verso.
Walt Whitman.
Gracias, Whitman. Las admoniciones que alguien de tu enorme estatura ética e intelectual serán tomadas en cuenta. Solo queda preguntarte lo mismo que preguntaba Borges a ‘Cierta sombra’ de Inglaterra:
‘¿Me oyes, amigo no mirado
a través de esas cosas insondables
que son el mar y la muerte?’