Anoche llovió copiosamente. Impenitente insomne, sentí la necesidad de escribir algo y este fué el resultado. A los escasos lectores, pedimos excusas por las faltas de estilo de esta escritura en caliente.
Llueve.
Hacia la medianoche,
la noche comenzó a llorar.
El oscuro silencio nocturno
se ve alterado con el traquetear de las primeras gotas
contra los tejados.
El dulzón aroma
de la maleza húmeda junto a mi ventana,
me invita a asomarme.
Una pequeña araña trata torpemente de salvar su red.
El fulgor de un silente relámpago
nos muestra fugazmente
el verdor del cañaveral,
y el azul profundo de la montaña.
Una palmera da brazadas en el aire,
sacudiéndose el agua.
Los bucares, poco dados a estridencias
se mecen con mesura.
Plateada y ligera, una gota de agua
cae con parsimonia
frente a la ventana:
Tac, Tac, Tac, Tac…
La noche esta fresca
y la calmada lluvia cae, cae…
En la feliz conjunción
de un hombre y una ventana,
la lluvia y la noche
ofrecen sus dones.
Gustavo Nava, 8 Octubre 2008.